Que Saúl matase a Ahimelec y a su familia (vs. 6-23; cfr. Sal. 52 título) muestra que Saúl era completamente rebelde hacia Dios; él no se sujetó a Dios ni le tomó como su Rey y Cabeza. La rebelión, que es tan maligna como la idolatría (1 S. 15:23), era el elemento constitutivo de Saúl. Toda rebelión implica presunción, o sea, la osadía de hacer las cosas sin tomar en cuenta a Dios.