Samuel murió en paz después de haber disfrutado apropiada y cabalmente de su porción en la tierra prometida por Dios. Puesto que él fue fiel en todo lo referido a sus estatus y cargos (véase la nota 1 S. 7:31, párr. 2), Samuel disfrutó de la buena tierra, que tipifica a Cristo (véase la nota Dt. 8:71), en todo aspecto y en todo sentido durante toda su vida. Nadie en el Antiguo Testamento disfrutó tanto de la buena tierra como Samuel.
Samuel llegó a ser sacerdote, profeta y juez a fin de introducir el reino davídico para la realización de la economía de Dios en la tierra. Por tanto, él estableció el reino de Dios y escribió todos los reglamentos propios de dicho reino (1 S. 10:25). Aunque Samuel sufrió una desilusión a causa del reinado de Saúl (1 S. 15:35), murió con la alentadora expectativa del reino davídico, el cual tipifica el reino de Dios. Esto fue un consuelo para él.