Esta palabra hebrea también podría ser traducida redentores. Así también en Rt. 3:9, 12; 4:1, 3, 6, 8, 14.
Lit., ¿No he mandado…?
Lit., ¿No has oído, hija mía?
Rut, como alguien que había vuelto a Dios dejando atrás su pasado pagano, ejerció su derecho a participar del rico producto de la herencia del pueblo elegido por Dios. Según su estatus triple de peregrina, pobre y viuda, Rut ejerció su derecho a espigar la mies; al espigar, ella no mendigaba, sino que hacía uso de sus derechos. Que a Rut, una moabita, una pecadora pagana ajena a las promesas de Dios (Dt. 23:3; cfr. Ef. 2:12), se le otorgase el derecho a participar de la rebusca de la mies del pueblo elegido por Dios tipifica que a los “perrillos” gentiles se les conceda el privilegio de tener parte en las migajas bajo la mesa de la porción de los hijos elegidos por Dios (Mt. 15:21-28 y la nota Mt. 15:271). Así como Rut tenía el derecho a disfrutar del producto de la buena tierra después de entrar en ella, nosotros también tenemos derecho a disfrutar de Cristo como nuestra buena tierra después de haber creído en Él. Que Rut ejerciera su derecho a obtener y poseer el producto de la buena tierra significa que, después de creer en Cristo y ser unidos orgánicamente a Él, tenemos que ir en pos de Él a fin de ganarlo, poseerlo, experimentarlo y disfrutarlo (Fil. 3:7-16).
Este libro nos muestra el camino, la posición, los requisitos y el derecho que les corresponde a los pecadores de participar en Cristo y disfrutarle. Según lo dispuesto por Dios, quienes creímos en Cristo hemos sido hechos aptos y estamos en posición de reclamar el derecho a disfrutar de Cristo (Col. 1:12). Esto significa que no tenemos que mendigar rogándole a Dios que nos salve; más bien, podemos acudir a Dios a fin de reclamar Su salvación para nosotros. Estamos en posición de reclamar para nosotros la salvación provista por Dios, hemos sido hechos aptos y tenemos derecho a ello. Ésta es la norma más elevada respecto a recibir el evangelio.
La ordenanza dada por Dios con respecto a la siega de la mies indicaba que Jehová bendeciría a los hijos de Israel si ellos reservaban las esquinas de sus campos y la rebusca para que fuese cosechada por los pobres, los peregrinos, los huérfanos y las viudas (Lv. 19:9-10; 23:22; Dt. 24:19). Esto no solamente manifiesta la benevolencia amorosa de Dios y cuán grande, fino y meticuloso es Él, sino que además manifiesta cuán rico es el producto de la buena tierra.
En la ordenanza de la ley dada por Dios mediante Moisés con respecto a la siega, no se especificó el tamaño de las esquinas de los campos; dicho tamaño dependía de la fe en Jehová que tuviera el dueño de aquella parcela. Cuanto mayor era su fe en Jehová, mayor sería el tamaño de las esquinas de sus campos (cfr. 2 Co. 9:6-10). Booz obedeció esta ordenanza, lo cual testifica de su gran fe en Jehová. Por la soberanía de Dios, esta ordenanza parecía haber sido escrita teniendo en mente a una persona: Rut.
El campo de la buena tierra prometida por Dios (vs. 2-3) tipifica al Cristo todo-inclusivo, la fuente de todo fruto espiritual y divino que sirve de suministro de vida a los elegidos de Dios (Fil. 1:19b; véase la nota Dt. 8:71).
En este libro, Booz tipifica a Cristo en dos aspectos:
1) Como hombre de abundantes riquezas y generoso al dar (Rt. 2:1, 14-16; 3:15), Booz tipifica a Cristo, Aquel cuyas riquezas divinas son inescrutables y que atiende a los necesitados del pueblo de Dios con Su abundante suministro (Ef. 3:8; Lc. 10:33-35; Fil. 1:19b).
2) Como pariente cercano (v. 3; 3:9, 12) que redimió los derechos perdidos sobre las propiedades de Mahlón y que tomó a la viuda de Mahlón por esposa a fin de producir los herederos necesarios (Rt. 4:9-10, 13), Booz tipifica a Cristo, Aquel que redimió a la iglesia e hizo de ella Su complemento para producir Su aumento (Ef. 5:23-32; Jn. 3:29-30).
Véase la nota Rt. 3:121a.