El final de este salmo muestra cierto progreso en David, pues él se manifiesta satisfecho con la semejanza (o sea, la presencia) de Dios; no obstante, David todavía seguía apoyándose en su propia justicia delante de Dios. David se jactaba de su propia justicia pese a haber cometido el gravísimo pecado de tomar a Betsabé y asesinar a su marido, Urías (2 S. 11).
