Los salmistas que escribieron los salmos 42—44 eran personas que amaban a Dios en su cautiverio (Sal. 42:6). Ellos anhelaban a Dios, tenían sed de Él (Sal. 42:1-2) y deseaban retornar a Jerusalén para subir al monte Sion a fin de llegar al altar. Entonces ellos podrían entrar en el templo para reunirse con Dios, su supremo gozo. Es por esto que ellos oraron pidiéndole a Dios que les diera la luz y la verdad (v. 3) a fin de saber cómo ser liberados de su cautiverio y retornar a la morada de Dios.