O, la hermosura.
O, la hermosura.
Los salmos 90—92 abordan la experiencia más profunda de Dios que tienen los santos en su identificación con Cristo. Salmos 36:8 habla de beber del río de las delicias de Dios y de comer de la grosura de Su casa, lo cual indica que podemos experimentar al Señor comiéndole y bebiéndole (cfr. Jn. 6:48-58, 63; 7:37; 1 Co. 10:3-4; 12:13). Según Moisés, quien dio la ley y escribió este salmo, también podemos morar en el eterno Dios Triuno quien es nuestro Señor (v. 1; 91:9; Dt. 33:27; cfr. Jn. 15:4; 1 Jn. 4:15-16; Ap. 21:22). Morar en Dios es vivir en Dios (Col. 2:6; 3:3; 1 Jn. 4:16), tomándole como nuestro todo. Esto es más profundo que comerle y beberle. Tomar a Dios como nuestra habitación, nuestra morada eterna, es la experiencia más elevada y más completa de Dios.
El Libro Cuatro de Salmos revela la experiencia más profunda de Dios que tienen los santos en su identificación con Cristo, así como el recobro efectuado por Dios de Su título de propiedad y derecho sobre la tierra. Esto indica que nuestra experiencia de morar en Dios allana el camino para que Cristo venga a poseer la tierra a fin de que Dios pueda recobrar Su título de propiedad (como propietario) y Sus derechos sobre la tierra (véase la nota Sal. 93:11a). Si los santos no tienen las experiencias más profundas de Dios, Dios no puede recobrar este título y derecho Suyo sobre la tierra.