Sobre los detalles concernientes a las columnas, véanse las notas de 1 R. 7:15-22.
Sobre los detalles concernientes a las columnas, véanse las notas de 1 R. 7:15-22.
Los hijos de Israel abandonaron a Dios y fueron en pos de ídolos, por lo cual Dios los dispersó entre las naciones; no obstante, en Su amor eterno (Jer. 31:3) Él los haría volver a la tierra de sus antepasados. Aunque Jerusalén y el templo fueron destruidos y el pueblo de Dios fue llevado al cautiverio, Dios hizo que ellos regresaran del cautiverio (véase Esdras) a fin de resguardar catorce generaciones de la genealogía de Cristo, que abarcan “desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo” (Mt. 1:17). Dios le mostró Su favor a David, a Salomón y a la nación de Israel para conservar la línea de la genealogía de Cristo con miras a que Él fuese introducido en la humanidad y para conservar un pueblo que mantuviera posesión de la tierra de Emanuel (Is. 8:8) con miras a que Cristo viniese a establecer Su reino sobre la tierra. Al regresar ellos del cautiverio, la buena tierra fue recobrada y Dios llevó a cabo Su propósito, que consiste en que Él mismo, en Su Trinidad, se introdujera en la humanidad y estableciera Su reino espiritual.
Debido al fracaso de Israel y el juicio de Dios, la línea de la genealogía de Cristo se volvió muy tenue, pero en ejercicio de Su soberanía, Dios no permitió que esta línea se rompiera. La familia real davídica fue destruida, pero Dios conservó el linaje de David a fin de que Dios mismo viniera a ser un hombre mediante la encarnación (véase la nota Mt. 1:162a y la nota Mt. 2:233). Esto hizo que Dios viniera a la humanidad y fuese introducido en ella, y produjo un cambio de era que afectó el universo entero, incluso los cielos mismos.