Los vs. 1-3 revelan la destrucción que el Imperio romano trajo a la región circunvecina de Israel. Aquí el fuego se refiere a la invasión romana que devastó el Líbano y la región del Jordán.
Los vs. 1-3 revelan la destrucción que el Imperio romano trajo a la región circunvecina de Israel. Aquí el fuego se refiere a la invasión romana que devastó el Líbano y la región del Jordán.
Aquí el prójimo se refiere a los reyes y gobernadores subordinados al Imperio romano, tales como Herodes y Pilato, en la región de Palestina, y el rey es el césar.
Aquí Yo se refiere a Jehová, como se indica en el versículo anterior. Jehová como Jesús vino a alimentar a Su pueblo, que estaba destinado a la matanza, esto es, los afligidos del rebaño.
Jehová como Jesús vino trayendo consigo dos cayados: Favor y Ataduras. Favor se refiere a la gracia, y Ataduras se refiere a ser atados en unidad. Jesús vino en calidad de Pastor para alimentar al rebaño de Dios con la gracia de modo que ellos pudieran tener la unidad.
Aquí los tres pastores son los sacerdotes, los ancianos y los escribas (Mt. 16:21). Jehová como Jesús vino a separar a los tres pastores y los destruyó, y las almas de ellos lo detestaron a Él. El Señor Jesús, quien es el Pastor apropiado, fue rechazado, con lo cual los hijos de Israel fueron dejados como rebaño que no tiene pastor (cfr. Mt. 9:36). Véase la nota Zac. 11:151.
Esto indica que el Señor anuló el pacto que Dios había hecho por medio de Moisés, con lo cual el pueblo fue dejado sin un pacto que lo cubriese. Así pues, Él les retiró la gracia (favor).
Lit., cesad.
Los vs. 12-13 revelan que el Mesías, como el Pastor apropiado de Israel, fue detestado, atacado, rechazado y vendido por treinta piezas de plata, el precio de un esclavo (Éx. 21:32). Lo que está profetizado aquí se cumplió en los Evangelios (Mt. 26:14-15; 27:3-10).
Esto indica que el amor que unía al pueblo de Israel entre sí también fue retirado (véase la nota Zac. 11:101). Como resultado de ello, la nación fue dividida y se llenó de luchas internas (v. 9). Desde el día de la crucifixión de Cristo no ha habido unidad entre los judíos. Aunque los del reino norteño, Israel, y los del reino sureño, Judá, eran hermanos, la hermandad entre ellos ha sido rota debido a que el amor que los unía fue roto. Esto ocurrió durante el tiempo en que ellos vivían bajo la opresión del Imperio romano.
Los sacerdotes, los ancianos y los escribas, que eran pastores malvados, fueron aniquilados (v. 8a), y Jesús, el Pastor apropiado, fue crucificado, rechazado al máximo (vs. 8, 12-13). Por tanto, los hijos de Israel fueron dejados en manos de los pastores insensatos e inútiles, los cuales no habrían de cuidarlos (vs. 15-17). Después de la crucifixión de Cristo, no hubo un liderazgo apropiado entre el pueblo de Israel, y todos ellos fueron dispersados (Mt. 26:31). Ellos lucharon entre sí, devorándose los unos a los otros. Los pastores insensatos e inútiles que se levantaron en medio de ellos les causaron más sufrimientos. Esta clase de situación permitió que Tito, el príncipe romano, devastara todo el país de Judá en el año 70 d. C. (Mt. 21:33-41 y la nota Mt. 21:411a).
El centro de las profecías en los caps. 9—11 es Cristo como Mesías que fue rechazado. Cristo, quien es el Salvador y Redentor, vino y entró en Jerusalén como el Rey que venía a ellos en forma humilde (Zac. 9:9-10). Al principio, Él fue bien recibido por la gente, pero después, por influencia de los ancianos, sacerdotes y escribas, la gente cambió de opinión y le detestó (v. 8b). El Señor Jesús fue vendido, juzgado, sentenciado y puesto a muerte en la cruz (vs. 12-13). Por tanto, el Mesías, quien temporalmente fue bien recibido, fue rechazado al máximo. Como resultado de ello, el pueblo de Israel se dividió, fue perseguido por el Imperio romano y finalmente fue disperso por toda la tierra (vs. 14-17).