La plaga de las ranas reveló a los egipcios que todo cuanto ellos obtenían del Nilo, la fuente del suministro egipcio, no era un disfrute sino una “rana”, una molestia, que era causa de problemas. Éste es el significado de vivir en el mundo.
La plaga de las ranas reveló a los egipcios que todo cuanto ellos obtenían del Nilo, la fuente del suministro egipcio, no era un disfrute sino una “rana”, una molestia, que era causa de problemas. Éste es el significado de vivir en el mundo.
Véase la nota Éx. 9:121a.
Antes, el polvo (la tierra) de Egipto producía granos que servían de alimento, pero por esta plaga dicho polvo se convirtió en piojos que ocasionaron gran fastidio a los egipcios. Esto indica que la fuente del suministro de la vida en el mundo llega a convertirse, con el tiempo, en causa de irritación.
Con el primer grupo de tres plagas, Dios puso al descubierto la naturaleza de la vida caída que lleva la humanidad. Al hacerlo, Él mostró que los recursos necesarios para el sustento del hombre —el agua y la tierra— tienen como fruto la muerte, problemas e irritación.
Véase la nota Lc. 11:201.
El segundo grupo de tres plagas afectó principalmente el aire, otra de las cosas necesarias para la vida del hombre. Los enjambres de moscas representan la contaminación en la atmósfera moral del mundo. El “aire” del mundo está lleno de toda clase de cosas inmundas y malignas.
La redención mencionada en este versículo apunta a la redención lograda por Cristo. Según Su justicia, Dios debía haber juzgado los cielos y la tierra inmediatamente después de la caída de Adán. Pero, para cumplir Su propósito de obtener una morada entre los hombres, Dios puso el universo bajo la redención de Cristo, la cual, según Su perspectiva eterna, ya había sido dispuesta de antemano, incluso antes de la fundación del mundo (1 P. 1:19-20 y la nota 1 P. 1:201a; He. 2:9 y la nota 3). Por tanto, Dios tiene plena libertad para conservar el universo o para juzgarlo y destruirlo. Hoy, Dios extiende Su misericordia al considerar a toda persona bajo la redención de Cristo, dándoles así la oportunidad de arrepentirse y recibir Su redención (cfr. Jn. 3:18). Faraón y los egipcios rechazaron la redención dispuesta por Dios, por lo cual quedaron expuestos al juicio de Dios (cfr. 1 Jn. 2:2 y la nota 2). Debido a que Dios les proveyó a los hijos de Israel la cobertura propia de la redención de Cristo, ellos no fueron afectados por el juicio de Dios (Éx. 12:23).
Es decir, en Egipto. Véase la nota Éx. 5:21.