O, esto.
O, esto.
Las palabras en cursiva proceden de la Septuaginta y no aparecen en el texto hebreo.
La promesa hecha en los vs. 1-10 es una profecía que se cumplirá en el tiempo de la restauración, en la segunda venida del Señor (Mt. 24:30-31).
Mientras que este versículo nos habla del mar, Pablo nos habla en Ro. 10:7 del abismo. El mar es la boca del abismo. Véase la nota Ro. 10:71 y la nota Ap. 13:11a.
En Ro. 10:6-8 Pablo aplica a Cristo lo dicho por Moisés en los vs. 11-14 esto indica que el mandamiento, que es la palabra de Dios (vs. 11, 14), es Cristo, la Palabra (Jn. 1:1; Ap. 19:13), el cual, como aliento procedente de la boca de Dios (cfr. Dt. 8:3; 2 Ti. 3:16a), ahora está en nuestro corazón y en nuestra boca (véase la nota Ro. 10:81a). Como Palabra de Dios, el propio Cristo encarnado, crucificado y resucitado —quien ha llegado a ser el Espíritu vivificante como aliento exhalado por el Dios que nos habla (1 Co. 15:45; Jn. 20:22)— es la palabra de la ley, incluyendo los mandamientos, estatutos y ordenanzas (juicios), que Moisés proclamó nuevamente en este libro. Por tanto, todas las palabras de este libro son Cristo, quien ahora es la palabra de Dios a fin de que le recibamos como nuestra vida y suministro de vida al invocarle (Ro. 10:12-13). Véase la nota Dt. 8:31 y a nota Sal. 119:91.
O, extraordinario; maravilloso.
O, maldiciones.