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Capítulos de libros «Eclesiastés»
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  • “El sentir divinamente implantado de que un propósito ha operado a lo largo de las eras, el cual nada debajo del sol, sino sólo Dios, puede satisfacer” (The Amplified Bible). Dios creó al hombre a Su imagen y formó un espíritu en él a fin de que pudiera recibir a Dios mismo y tenerle como su contenido (Gn. 1:26 y la nota 3; Gn. 2:7 y la nota 5). Además, Dios puso eternidad, o sea, la aspiración por algo eterno, en el corazón del hombre a fin de que el hombre buscase a Dios, Aquel que es eterno. Por tanto, las cosas temporales jamás podrán satisfacer al hombre; únicamente el Dios eterno, quien es Cristo, puede satisfacer el sentir, implantado en lo profundo del corazón del hombre, de que la vida tiene un propósito (cfr. 2 Co. 4:18). Véase la nota Cnt. 1:41a.

  • En todas sus experimentaciones en la vida humana, Salomón, en concordancia con la economía de Dios, animó a los hombres caídos que viven debajo del sol a regocijarse y a hacer el bien en su vida así como a disfrutar lo que Dios les ha dado, comiendo, bebiendo y gozándose en todo su trabajo (Ec. 2:24; 3:12-13; 5:18-20; 8:15; 9:7-10). Dios creó al hombre para Sí mismo, pero el hombre fue seducido por Satanás, quien le indujo a abandonar a Dios, con lo cual el hombre se convirtió en una criatura caída. No obstante, Dios continúa bendiciendo al hombre a fin de que éste tenga una buena vida y disfrute de diversos bienes materiales (cfr. Mt. 5:45b; 1 Ti. 6:17). Al hacer esto, Dios sustenta la existencia del linaje humano de generación en generación, con lo cual Él obtiene la oportunidad de llevar a cabo Su redención en beneficio del hombre caído, realizar Su propósito eterno eligiendo y predestinando a los hombres para el Cuerpo de Cristo y, además, sustentar al hombre caído que pertenece a Su vieja creación, la cual será una provisión para que Él pueda producir Su nueva creación en Cristo a partir de la vieja creación (2 Co. 5:17; Gá. 6:15). Esto es corroborado por la predicación del apóstol Pablo en Hch. 14:15-17 y Hch. 17:24-31.

    Para poder llevar una vida en la que testifiquemos de Cristo y ministremos Cristo a otros a fin de glorificar a Dios, tenemos necesidad de las cosas materiales y físicas; pero no debemos ser atraídos, atrapados ni usurpados por ellas. Si somos usurpados por tales cosas, padeceremos su vanidad. Ciertamente vivimos en el mundo y atravesamos tal “feria de vanidades”, pero no debemos permanecer allí por su vanagloria (1 Jn. 2:15-17). Actualmente, todo lo perteneciente a la vieja creación está sujeto a la esclavitud de corrupción (Ro. 8:20-21). Si no escapamos “la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 P. 1:4), tendremos parte en su vanidad.

  • Lit., sido echado (esto es, al pasado). Dios, en ejercicio de Su soberanía sobre todo, dispuso todas las cosas que son —en el presente— y las que serán —en el futuro—, así como también busca volver a emplear lo ocurrido en el pasado. Todo cuanto Dios hace será para siempre; nada puede serle añadido y nada puede serle quitado, de modo tal que todos le teman a fin de obtener Su sabiduría para comprender el verdadero significado de la vida humana (vs. 14-15).

  • Heb. rúaj, diferente de neshamah, la palabra que se traduce como aliento en Gn. 2:7 (véase la nota 5 allí).

  • Heb. rúaj. Véase la nota Ez. 37:51a.

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