Al investigar y poner a prueba todas las cosas pertenecientes a la vida humana debajo del sol, Salomón se percató de que todas las cosas son vanidad de vanidades, independientemente de qué clase de persona se halle involucrada en ellas —sabia o necia, diligente o perezosa, rica o pobre, vieja o joven, encumbrada o humilde, recta o malvada, buena o pecadora, limpia o inmunda—, así como también sin importar cómo haya nacido, laborado y muerto o cuál haya sido su fin (Ec. 7:6, 15; 8:10, 14; 9:9; 11:8, 10; 12:8).