En este evangelio han sido seleccionados nueve casos que demuestran que el Señor Jesús es la vida y el suministro de vida para el hombre. Los primeros seis casos, hallados en los caps. 3—7, forman un grupo de señales, las cuales indican que, por el lado positivo, el Señor es nuestra vida y nuestro suministro de vida para regenerarnos, satisfacernos, sanarnos, darnos vida, alimentarnos y saciar nuestra sed. Los últimos tres casos, hallados en los caps. 8—11, forman un grupo de señales, las cuales indican que, por el lado negativo, el Señor es la vida que nos libera de las tres cosas negativas principales: el pecado, la ceguera y la muerte.
El caso de este capítulo revela todos los asuntos relacionados con el problema del pecado:
1) la fuente del pecado: el diablo;
2) los tres elementos principales del pecado: el adulterio y la fornicación, el homicidio y la mentira (vs. 3, 41, 44);
3) la esclavitud del pecado;
4) la consecuencia o resultado del pecado: la muerte;
5) Aquel que no tiene pecado: el Señor;
6) el único calificado para condenar el pecado: el Señor;
7) el único apto para perdonar el pecado: el Señor;
8) Aquel que puede librar del pecado a la gente: el Señor. El Señor es el Dios que siempre existe, el gran Yo Soy, quien llegó a ser el Hijo del Hombre y fue levantado en la cruz para llevar nuestros pecados; por lo cual, Él está calificado para perdonar nuestros pecados. Además el Señor, por ser el Dios eterno, puede entrar en nosotros para ser la vida y la luz y librarnos de la esclavitud y las tinieblas del pecado.
El caso tratado en este capítulo nos muestra también que la religión (representada por el templo, vs. 2, 20) de la ley (vs. 5, 17) no puede librar al hombre del pecado y de la muerte; pero el Señor Jesús, el Yo Soy, quien llegó a ser el Hijo del Hombre y fue levantado en la cruz por causa de las personas envenenadas por la serpiente, puede hacer lo que la religión y la ley no pueden. Este capítulo nos muestra que Cristo, el gran Yo Soy, no solamente es contrario al pecado y la muerte, sino también a la religión y a la ley.