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Capítulos de libros «El Evangelio de Mateo»
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  • Véase la nota Mt. 12:381a. Así también en los versículos siguientes.

  • Algunos mss. antiguos omiten lo escrito desde aquí hasta el final del v. 3.

  • Es decir, la apariencia.

  • Véase la nota Lc. 12:565.

  • Jonás fue el profeta que se volvió de Israel hacia los gentiles y que fue puesto en el vientre del gran pez. Después de estar allí tres días, salió y llegó a ser una señal a esa generación para arrepentimiento (Jon. 1:2, 17; 3:2-10). Él tipificaba a Cristo, el cual, como Profeta enviado por Dios a Su pueblo (Dt. 18:15, 18), iba a volverse de Israel a los gentiles, ser sepultado en el corazón de la tierra tres días, y luego resucitaría, llegando a ser así una señal a esa generación para salvación. Lo que el Señor dijo aquí implica que para aquella generación judía tan religiosa, una generación maligna y adúltera, la única señal que el Señor les iba a dar sería morir y resucitar, que es la señal más significativa, a fin de que, si creían, fueran salvos.

  • Desde Mt. 15:1 hasta Mt. 16:12, el relato de Mateo está estrechamente relacionado con la comida. Comer cosas inmundas puede contaminarnos. Comer es la manera de participar de Cristo (Mt. 15:21-28), y cuando comemos, nos alimentamos del suministro de Cristo, un suministro ilimitado e inagotablemente rico (Mt. 15:32-39). Pero debemos guardarnos de comer levadura (vs. 5-12).

  • Una canasta que se llevaba para un viaje.

  • Más grande que las cestas mencionadas en el v. 9.

  • Se refiere a las cosas que se enseñaban. La enseñanza de los fariseos estaba llena de hipocresía (Mt. 23:13, 15, 23, 25, 27, 29), y la enseñanza de los saduceos, la cual negaba la resurrección, los ángeles y los espíritus (Hch. 23:8), era similar al modernismo de hoy. Así que, tanto la enseñanza de los fariseos como la de los saduceos eran impuras y malignas y son comparadas con la levadura, la cual no debe verse entre el pueblo de Dios (Éx. 13:7).

  • Al norte de la Tierra Santa, cerca de la frontera, al pie del monte Hermón, donde el Señor se transfiguró (Mt. 17:1-2). Estaba lejos de la ciudad santa y el templo santo, donde el medio ambiente de la vieja religión judía llenaba el pensamiento de todo hombre, sin dejar lugar para Cristo, el nuevo Rey. El Señor llevó a Sus discípulos intencionalmente a un lugar donde Él tenía un ambiente despejado, para que el pensamiento de ellos estuviera libre de los efectos del ambiente religioso de la ciudad santa y del templo santo, y para revelarles algo nuevo con respecto a Sí mismo y a la iglesia, que son el pulso vital de Su reino celestial. Fue en Cesarea de Filipo donde Pedro recibió la visión de que Él era el Cristo, el Hijo del Dios viviente (vs. 16-17). Fue allí también donde la iglesia fue revelada y mencionada por primera vez como el medio para traer el reino de los cielos (vs. 18-19).

  • Como hombre, Cristo era un misterio para aquella generación, tal como lo es para la gente hoy en día.

  • Sin la revelación celestial, lo único que la gente puede comprender es que Cristo es el mayor de los profetas; nadie puede saber que Él es el Cristo, el Hijo del Dios viviente (v. 16).

  • El Cristo se refiere a Aquel de quien Dios profetizó en el Antiguo Testamento por medio de los profetas y a quien Sus santos esperaban durante todos los siglos (Jn. 1:41, 45; Lc. 2:25-26; 3:15), Aquel que vendría para hacer la voluntad de Dios (He. 10:5-7).

    El Cristo, término que se refiere al Ungido de Dios, alude a la comisión del Señor, mientras que el Hijo del Dios viviente, expresión que denota al segundo del Dios Triuno, habla de Su persona. Su comisión consiste en cumplir el propósito eterno de Dios por medio de Su crucifixión, resurrección, ascensión y segunda venida, mientras que Su persona contiene y expresa al Padre y tiene su consumación en el Espíritu para expresar plenamente al Dios Triuno.

  • El Dios viviente está en contraste con la religión muerta. El Señor es la corporificación del Dios viviente y no tiene nada que ver con la religión muerta.

  • Es decir, hijo de Jonás.

  • Carne ni sangre se refiere al hombre natural, quien fue creado y luego cayó.

  • Sólo el Padre conoce al Hijo (Mt. 11:27); así que, sólo Él puede revelarnos al Hijo.

  • La revelación que el Padre da acerca de Cristo es sólo la primera mitad del gran misterio, el cual es Cristo y la iglesia (Ef. 5:32). Así que, era necesario que el Señor revelara a Pedro la segunda mitad, la cual se relaciona con la iglesia.

  • O, una piedra; el material para el edificio de Dios (1 P. 2:5).

  • Esta roca no se refiere solamente a Cristo, sino también a esta revelación acerca de Cristo, la revelación que Pedro recibió del Padre. La iglesia es edificada sobre Cristo y sobre esta revelación acerca de Él.

  • El Señor comenzó a edificar Su iglesia en el día de Pentecostés (Hch. 2:1-4, 41-42). No obstante, la profecía que el Señor dio aquí no se ha cumplido todavía, ni aun en el siglo XX. El Señor no está edificando Su iglesia en la cristiandad, la cual se compone de la Iglesia Católica Romana apóstata y de las denominaciones protestantes. Esta profecía se está cumpliendo mediante el recobro del Señor, donde se lleva a cabo la edificación de la iglesia genuina.

  • Gr. ekklesía, que significa llamado a salir. Esta palabra se refiere a la congregación que ha sido llamada a salir. La expresión Mi iglesia indica que la iglesia pertenece al Señor, y no a alguna otra persona o cosa; la iglesia no es como las denominaciones, que toman el nombre de alguna persona o de algún asunto.

  • La expresión las puertas del Hades se refiere a la autoridad o poder de las tinieblas que pertenece a Satanás (Col. 1:13; Hch. 26:18), la cual no puede prevalecer contra la iglesia genuina, que Cristo ha edificado sobre la revelación acerca de Él como la roca, usando piedras tales como Pedro, un ser humano transformado. Esta palabra del Señor también indica que el poder de las tinieblas que pertenece a Satanás atacará a la iglesia. Por tanto, hay una guerra espiritual entre el poder de Satanás, el cual es su reino, y la iglesia, la cual es el reino de Dios.

  • Según la historia había dos llaves. Pedro usó una de ellas el día de Pentecostés para abrirles la puerta del reino de los cielos a los creyentes judíos (Hch. 2:38-42), y Pedro mismo usó la otra en la casa de Cornelio para abrirles la puerta a los creyentes gentiles (Hch. 10:34-48).

  • Aquí el reino de los cielos e iglesia en el versículo anterior, se usan de modo intercambiable. Esto es clara evidencia de que la iglesia genuina es el reino de los cielos en esta era. Esto es confirmado en Ro. 14:17, donde se menciona el reino de Dios como referencia obvia a la vida de iglesia apropiada.

  • Este evangelio trata del reino de los cielos, el cual tiene que ver con la autoridad. La iglesia revelada en este libro representa el reino y su gobierno. Así que, la autoridad de atar y desatar no sólo fue dada a Pedro, el apóstol de la iglesia, sino también a la iglesia misma (Mt. 18:17-18).

  • Todo lo que los miembros de la iglesia aten o desaten en la tierra, debe ser algo que ya haya sido atado o desatado en los cielos. Sólo podemos atar o desatar lo que ya ha sido atado o desatado en los cielos.

  • La revelación acerca de Cristo y Su iglesia queda siempre escondida a las personas religiosas.

  • Después de la revelación del gran misterio acerca de Cristo y la iglesia, fueron reveladas la crucifixión y la resurrección de Cristo. Él tuvo que ir al centro religioso, pasar por la crucifixión y entrar en resurrección para edificar a Su iglesia.

  • El hombre natural nunca está dispuesto a tomar la cruz.

  • Cristo percibió que no era Pedro sino Satanás el que le quería impedir que tomara la cruz. Esto revela que nuestro hombre natural, el cual se rehúsa a tomar la cruz, es uno con Satanás.

  • O, trampa.

  • Cuando no ponemos la mente en las cosas de Dios sino en las de los hombres, nos convertimos en Satanás, una piedra de tropiezo para el Señor mientras Él está en camino a cumplir el propósito de Dios.

  • Negarnos a nosotros mismos significa perder la vida de nuestra alma, nuestra vida natural (v. 25; Lc. 9:24).

  • Los tres términos que se encuentran en los vs. 23-25 están relacionados entre sí y son: mente, sí mismo y la vida del alma. La mente es la expresión del yo (de uno mismo), y el yo es la suma total de la vida del alma. La vida del alma es expresada y vivida en el yo, y el yo es expresado por medio de la mente, los pensamientos, los conceptos, las opiniones personales. Cuando no ponemos nuestra mente en las cosas de Dios sino en las de los hombres, nuestra mente aprovecha la oportunidad de actuar y expresarse. Esto fue lo que le sucedió a Pedro. Así que, con lo que el Señor dijo a continuación indica que Pedro tenía que negarse a sí mismo, es decir, que en lugar de salvar la vida de su alma, tenía que perderla. Perder la vida del alma es la realidad de negarse a uno mismo. Esto es tomar la cruz.

  • La cruz no sólo hace sufrir, sino que también mata. La cruz mata al criminal y acaba con él. Cristo primero llevó la cruz y luego fue crucificado. Nosotros, Sus creyentes, primero fuimos crucificados con Él y ahora llevamos la cruz. Para nosotros, llevar la cruz es permanecer bajo la operación de la muerte de Cristo, la cual acaba con nuestro yo, nuestra vida natural y nuestro viejo hombre. Al hacer esto, nos negamos a nosotros mismos para seguir al Señor.

  • Antes de la crucifixión del Señor, los discípulos le seguían de modo exterior. Pero ahora, después de Su resurrección, le seguimos de modo interior. Debido a que en resurrección Él ha llegado a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) que mora en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22), le seguimos en nuestro espíritu (Gá. 5:16-25).

  • O, destruirá.

  • Véase la nota Mt. 10:391.

  • En Lc. 9:24-25, la frase él mismo reemplaza la expresión la vida del alma, que indica que nuestra vida anímica es nuestro yo, o sea, nosotros mismos.

  • Porque indica que la recompensa mencionada en este versículo, la cual el Señor dará a Sus seguidores cuando regrese, dependerá de si el alma se pierde o se salva, según los vs. 25-26.

  • Esto sucederá en el tribunal de Cristo cuando Él regrese (2 Co. 5:10; Ap. 22:12).

  • Esto se cumplió cuando el Señor se transfiguró en el monte (Mt. 17:1-2). Su transfiguración fue Su venida en Su reino y fue vista por Sus tres discípulos Pedro, Jacobo y Juan.

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