Los fanáticos religiosos no dejaban tranquilo al Señor, sino que volvían para probarlo. No obstante, las pruebas que le ponían al Señor siempre le proporcionaban la oportunidad de revelarse a Sí mismo y de revelar la economía de Dios.
Los fanáticos religiosos no dejaban tranquilo al Señor, sino que volvían para probarlo. No obstante, las pruebas que le ponían al Señor siempre le proporcionaban la oportunidad de revelarse a Sí mismo y de revelar la economía de Dios.
Lit., liberar. Así también en los versículos siguientes.
Desde aquí hasta el final del v. 6, la palabra del Señor no sólo reconoce que Dios creó al hombre, sino que también confirma lo que Dios dispuso con respecto al matrimonio, es decir, que un solo hombre y una sola mujer sean unidos y uncidos como una sola carne, y que no deben ser separados por el hombre.
Este mandamiento no formaba parte de la ley básica, sino que fue añadido a la ley. Fue dado por Moisés no conforme a lo que Dios dispuso desde el principio, sino como algo temporal, debido a la dureza del corazón del hombre.
El mandamiento que Moisés dio con respecto al divorcio era una desviación del mandato original de Dios en cuanto al matrimonio, pero para el reino de los cielos Cristo como Rey celestial restauró lo que era en el principio. Esto indica que el reino de los cielos, que corresponde al mandato original de Dios, no permite el divorcio.
Lit., prostituirse. Esto es peor que el adulterio. Aquí la palabra del Señor indica que sólo la fornicación puede romper la relación conyugal. (Por supuesto, la muerte la rompe espontáneamente). Así que, con excepción de la fornicación, no debe haber pretexto para divorciarse.
Algunos mss. antiguos omiten la última parte de este versículo.
En ese momento los discípulos se dieron cuenta de que el matrimonio es el enlace más estricto según lo dispuso Dios. Una vez que alguien se casa, está totalmente obligado, y no tiene manera de librarse a menos que el cónyuge cometa fornicación (o muera). Al comprender esto los discípulos pensaron que no convenía casarse. Pero este asunto no dependía de ellos.
No todos los hombres pueden abstenerse del matrimonio, sino sólo aquellos a quienes Dios ha dado el don. Sin el don de Dios, cualquiera que trate de quedarse soltero, tropezará con tentaciones.
Lit., albergar.
Éstos son aquellos a quienes Dios ha dado el don de quedarse solteros por causa del reino de los cielos. Pablo era uno de ellos (1 Co. 7:7-8; 9:5).
Cuando los fanáticos religiosos tentaron al Señor, le proporcionaron la oportunidad de revelar algo más acerca del reino de los cielos. El cap. 18 nos enseña cómo debemos tratar a los hermanos para poder entrar en el reino de los cielos, mientras que este capítulo revela que la vida conyugal (vs. 3-12) y nuestra actitud hacia las riquezas (vs. 16-30) están relacionadas con el reino de los cielos. La vida conyugal tiene que ver con el asunto de la lujuria, y nuestra actitud hacia las riquezas, con el asunto de la codicia. El reino de los cielos excluye todo indicio de lujuria y codicia.
Aquí el Señor subrayó de nuevo que para participar del reino de los cielos debemos ser como niños pequeños.
Tener vida eterna no tiene el mismo significado en el Evangelio de Mateo que en Juan. El libro de Mateo tiene que ver con el reino, mientras que el libro de Juan habla de la vida. En Juan, tener vida eterna equivale a ser salvos por la vida increada de Dios para vivir por esa vida hoy y por la eternidad; pero en Mateo, tener vida eterna es participar de la realidad del reino de los cielos en esta era por la vida eterna de Dios y participar de la manifestación del reino en la era venidera, y así disfrutar más plenamente la vida eterna de Dios.
Éste es Dios. Sólo Dios es bueno. Esto no sólo indica que el joven que hizo la pregunta no era bueno, sino también que el Señor Jesús es Dios, quien es bueno. Si no fuera Dios, Él tampoco sería bueno.
Lit., el bien.
Aquí, entrar en la vida significa entrar en el reino de los cielos (v. 23). El reino de los cielos es una esfera de la vida eterna de Dios. Así que, cuando entramos en ella, entramos en la vida de Dios. Esto es diferente de ser salvos. Somos salvos cuando la vida de Dios entra en nosotros para ser nuestra vida, mientras que entrar en el reino de los cielos es entrar en la vida de Dios para disfrutar las riquezas de la vida de Dios. En el primer caso, somos redimidos y regenerados por el Espíritu Santo, y así recibimos la vida de Dios; en el segundo caso, vivimos y andamos por la vida de Dios. El primero es un asunto de vida; el segundo es asunto de vivir. Véase la nota Mt. 19:161.
Esta condición no es un requisito para la salvación, sino que está relacionada con la entrada al reino de los cielos. Según la constitución del reino de los cielos, entrar en el reino de los cielos requiere que satisfagamos no sólo las normas de la ley antigua, sino también las normas de la ley nueva y complementada que fue dada por el Rey (Mt. 5:17-48). La salvación sólo requiere fe, mientras que el reino de los cielos requiere la justicia sobresaliente que resulta de guardar la ley antigua y la ley complementada que fue dada por el Rey celestial.
Aunque este joven había guardado los mandamientos de la ley antigua —eso pensaba él— no era perfecto, ni llegaba al nivel que requería la ley nueva y complementada, porque no estaba dispuesto a vender lo que tenía y hacer tesoro en el cielo, como lo requería la constitución del reino (Mt. 6:19-21).
Seguir al Señor es amarle por encima de todas las cosas (Mt. 10:37-38). Éste es el requisito supremo para entrar en el reino de los cielos.
Los que aman las posesiones materiales más que al Señor se entristecen, pero los que aman a Cristo por encima de todas las cosas aceptan con gozo la pérdida de sus bienes (He. 10:34).
Estas palabras del Señor indican que es imposible entrar en el reino de Dios por medio de la vida natural.
El v. 23 usa la frase reino pero aquí se usa la frase reino de Dios. En ese entonces, el reino de los cielos todavía no había venido, pero el reino de Dios sí estaba allí. Así que, el Señor usó la expresión reino de Dios.
Como la mayoría de los cristianos de hoy, los discípulos confundieron la salvación con la entrada al reino de los cielos. Lo que el Señor dijo al joven estaba relacionado con la entrada al reino de los cielos (vs. 23-24), pero los discípulos pensaban que se refería a la salvación. El concepto que tenían de la salvación era natural y común. No captaron la revelación que el Señor dio acerca de entrar en el reino de los cielos.
Es imposible entrar en el reino de los cielos mediante nuestra vida humana, pero sí es posible por medio de la vida divina de Dios, la cual es Cristo mismo, quien nos es impartido para que podamos vivir la vida del reino. Por medio del Cristo que nos fortalece para hacer todas las cosas (Fil. 4:13), podemos cumplir con los requisitos del reino.
Ésta es la restauración que vendrá en la era del reino (Hch. 3:21), después de la segunda venida del Señor.
Recibir cien veces más casas, tierras y parientes, es ser recompensados en esta era (Mr. 10:30). Esto se refiere a disfrutar hoy en día la comunión de los hermanos y hermanas en el Señor, junto con sus posesiones.
Algunos mss. antiguos dicen: muchas.
Heredar vida eterna es ser recompensado en la era venidera (Lc. 18:29-30), en la manifestación del reino de los cielos, con un disfrute de la vida divina que será más completo que el disfrute que tenemos en esta era.
Véase la nota Mt. 20:161a.