O, una nación rebelde. Los hijos de Israel eran los elegidos de Dios, quienes habían sido separados de las demás naciones al ser apartados para Dios (Éx. 19:6), eran la vid de Dios con miras a la realización de Su economía (Ez. 15:1-8; 19:10), la novia de Dios para la satisfacción de Dios (Ez. 16:8; 23:4), el rebaño de Dios que estaba bajo Su cuidado (Ez. 34) y el precioso tesoro personal de Dios (Éx. 19:5). Sin embargo, en contraste con estos cinco estatus, en su degradación ellos se convirtieron en rebeldes contrarios a Dios (v. 3), en cardos y espinos (v. 6), en una ramera (Ez. 6:9; 16:15; 23:30), en escorpiones (v. 6) y en escoria (Ez. 22:18). Las causas de la degradación de Israel fueron:
1) que ellos tenían ídolos en sus corazones (Ez. 14:3-5),
2) que estaban asociados con el mundo, o sea, con las naciones paganas (Ez. 25:8; cfr. 1 R. 11:1-2; 16:30-31) y
3) que andaban según la manera de proceder y las costumbres de las naciones (Ez. 11:12).
Éstas también son las principales causas de la degradación de los elegidos de Dios en el Nuevo Testamento: la iglesia (Ap. 2:4, 12-15).
El juicio de Dios sobre Su pueblo, según es visto en los caps. 2—24, está basado en Su justicia, santidad y gloria. La gloria de Dios es contraria a los ídolos (Ez. 8:2-4, 10; 9:3), la santidad de Dios es contraria a la escoria (Ez. 22:17-22) y la justicia de Dios es contraria a la injusticia y opresión en Israel (Ez. 22:29). Todo aquello que no corresponda con la gloria de Dios, la santidad de Dios y la justicia de Dios, provocará Su juicio. Como vemos en este libro y en el Nuevo Testamento, Dios primero juzga a Su pueblo y luego juzga a las naciones (caps. 25—32; 1 P. 4:17 Ap. caps. 2—3; 6—11; 15—19).