En Génesis, los relatos concernientes a Abraham (12:1—25:18) e Isaac (Gn. 21:1-8; 22:1-24; 24:1-67) se superponen. La vida de Abraham revela que si hemos de disfrutar de la gracia de Dios y obtener el pleno disfrute de Sus riquezas, tenemos que sufrir pérdida y dejar que nuestra vida natural sea circuncidada, cercenada. La vida de Isaac revela que el sufrimiento que padecemos para darle fin a nuestra vida natural tiene como objetivo que disfrutemos de la gracia de Dios. Durante toda su vida, Isaac no hizo otra cosa que disfrutar de la rica bendición de Dios (v. 11; 26:24b), lo cual denota la gracia del Nuevo Testamento (véase la nota Gn. 25:111). Isaac nació en gracia (Gn. 21:1-3; Gá. 4:23), creció en gracia (Gn. 21:8) y fue hecho heredero de la gracia (v. 5). En el Nuevo Testamento todos los creyentes llamados son herederos de la gracia, destinados a disfrutar de la gracia absoluta e incondicional de Dios (Ef. 1:3, 6-8; 2:7).
 
     
             
     
     
     
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