La genealogía presentada en este capítulo abarca las primeras diez generaciones de la humanidad, de Adán a Noé. Según Lc. 3:23-38, la genealogía de la humanidad comenzó con Dios y tuvo como resultado a Jesucristo.

La historia de todo el Antiguo Testamento consiste en la obra de preparación realizada por el Dios Triuno para llevar a cabo Su economía eterna. Esta preparación se inició con un hombre, Adán (1:1—11:26), y finalmente produjo tres personas: Abraham, Isaac y Jacob con José (11:27—50:26), quienes produjeron un pueblo, Israel (Éx. — Mal.). Los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento nos revelan la obra de preparación realizada para generar a Cristo, el Dios-hombre, el Dios completo mezclado con el hombre perfecto (Mt. 1), con miras a producir el Cuerpo de Cristo (Ef. caps. 1—4), el organismo del Dios Triuno procesado y consumado (Ef. 4:4-6). El Cuerpo de Cristo alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén (Ap. 21:1-23), que es el eterno agrandamiento de Cristo (cfr. Jn. 3:30; 1 Co. 12:12), la mezcla eterna del Dios Triuno con el hombre tripartito y la morada mutua de Dios y el hombre (Ap. 21:3, 22), cuya finalidad es que el Dios Triuno procesado y consumado sea expresado por la eternidad en Su naturaleza y gloria (10-11, Ap. 21:18, 21, 23) mediante el hombre tripartito redimido, regenerado, transformado y glorificado.

Lit., En el día que.

Véase la nota Gn. 1:26^3d, párr. 1.

Véase la nota Gn. 1:26⁴.

Esta genealogía no menciona las obras y actividades de estas personas, sino únicamente afirma que ellas vivieron y engendraron descendencia. Ambas cosas —vivir y engendrar— tenían como fin que el hombre se multiplicase (Gn. 1:28a) con miras al cumplimiento del propósito eterno de Dios mediante la humanidad. Asimismo, en un sentido espiritual, hoy los creyentes deben vivir y engendrar descendencia (1 Co. 4:15) con miras a la multiplicación de Dios (Jn. 1:12-13) para que el propósito de Dios sea cumplido mediante la iglesia.

Véase la nota Ro. 5:12⁴.

Que significa cuando él muera, ello será enviado. Este nombre tiene significado profético. Enoc, al nombrar a su hijo Matusalén, profetizó del diluvio que vendría el año en que Matusalén murió, el año seiscientos de la vida de Noé (Gn. 7:6; 5:25-29a). Dios le había revelado a Enoc que Él juzgaría a toda aquella generación impía (cfr. Jud. 1:14-15). Esto motivó a Enoc a no dejarse arrastrar por la corriente de aquella era, sino a andar con Dios (vs. 22, 24), y así llevar una vida piadosa y santa (cfr. 2 P. 3:10-12).

Andar con Dios es tomarlo a Él como nuestro centro y nuestro todo, hacer las cosas no según nuestros propios conceptos y deseos sino conforme a Su revelación y dirección, y hacerlo todo con Él. Esto implica negarnos a nosotros mismos y a todo cuanto es de nuestro yo (Mt. 16:24-25) para poder ser uno con Él.

Lit., no fue más.

Enoc fue la primera persona en ser arrebatada. Así, él fue librado de la muerte, el resultado final de la caída del hombre (He. 11:5). Esta primera mención del arrebatamiento establece el principio correspondiente al arrebatamiento, a saber: el que seamos arrebatados dependerá de que, en lo concerniente a la vida divina, hayamos alcanzado plena madurez en virtud de haber caminado con Dios. Enoc anduvo con Dios día y noche por trescientos años. Según He. 11:5-6, él hizo esto por fe, creyendo que Dios es y que es galardonador de los que con diligencia le buscan. Después de trescientos años de ir en pos de Dios y andar con Él, Enoc fue arrebatado por Dios, obteniendo así el galardón de no ver la muerte.

Que significa reposo o consuelo.

O, consolará en nuestra labor.