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Capítulos de libros «Génesis»
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  • El surgimiento de la tierra seca es el sexto requisito para generar vida. Esto ocurrió el tercer día, que corresponde con el día de resurrección (1 Co. 15:4). En la Biblia el mar representa la muerte, y la tierra representa a Cristo (véase la nota Dt. 8:71) como fuente generadora de vida. Después que la tierra emergió, toda clase de vida —la vida vegetal, la vida animal e incluso la vida humana— surgió como producto de la tierra (vs. 11-12, 24-27; 2:7). Esto tipifica el hecho de que la vida divina con todas sus riquezas procede de Cristo. Al tercer día, Cristo emergió de la muerte, en resurrección, para generar vida (Jn. 12:24; 1 P. 1:3) con miras a constituir la iglesia.

  • Separar la tierra de las aguas significa separar la vida de la muerte. A partir del segundo día (vs. 6-7) Dios comenzó a operar para confinar las aguas de la muerte que cubrían la tierra y ponerles límites (cfr. Jer. 5:22). A la postre, cuando la obra de Dios sea completada, en el cielo nuevo y la tierra nueva no habrá mar (Ap. 21:1 y la nota 3). Además, en la Nueva Jerusalén no habrá noche (Ap. 21:25 y la nota 2). Esto significa que tanto la muerte como las tinieblas serán eliminadas.

  • Al final del segundo día no se menciona en el relato bíblico que Dios haya dicho que la expansión (los aires) y las aguas fuesen buenas (cfr. vs. 4, 10, 12, 18, 21, 25). Esto se debe a que en los aires están los ángeles caídos (Ef. 2:2; 6:12), y en las aguas moran los demonios (Mt. 12:43 y la nota).

  • La separación de las aguas al producirse una expansión entre ellas significa, en términos espirituales, dividir lo celestial de lo terrenal mediante la operación de la cruz (Col. 3:1-3; He. 4:12); esta separación es el quinto requisito para generar vida.

  • La atmósfera, el aire que rodea la tierra.

  • Separar la luz de las tinieblas para distinguir el día de la noche (v. 5; cfr. 2 Co. 6:14b) es el cuarto requisito para generar vida.

  • Después que el Espíritu se cernió sobre las aguas (v. 2b), vino la palabra de Dios trayendo luz (cfr. Sal. 119:105, 130). En la experiencia espiritual, la venida de la palabra es el segundo requisito para generar vida (Jn. 5:24; 6:63b) y la venida de la luz es el tercer requisito (Mt. 4:13-16; Jn. 1:1-13).

    El Espíritu, la palabra y la luz fueron los instrumentos que Dios usó para generar vida a fin de cumplir Su propósito. El Espíritu, la palabra y la luz son —todos— de vida (Ro. 8:2; Fil. 2:16; Jn. 8:12b). Cristo como Espíritu es la realidad de Dios (Ro. 8:9-10; 2 Co. 3:17; Jn. 16:13-15), Cristo como Palabra es el hablar de Dios (Jn. 1:1; He. 1:2) y Cristo como luz es el resplandor de Dios (Jn. 8:12; 9:5).

  • Siempre que las palabras desolación y vacío aparecen juntas en el Antiguo Testamento, denotan el resultado propio del juicio de Dios (cfr. Jer. 4:23; Is. 24:1; 34:11). Las tinieblas sobre la faz del abismo son también señal del juicio de Dios (cfr. Éx. 10:21-22; Ap. 16:10).

  • Dios creó la tierra en buen orden (Job 38:4-7; Is. 45:18). El uso posterior de pero y se convirtió en este versículo indica que sucedió algo que hizo que la creación efectuada por Dios se convirtiera en “desolación y vacío”. Este cataclismo fue el juicio que Dios ejecutó sobre el universo preadamítico después de la rebelión de Satanás. Este juicio fue ejecutado sobre Satanás, sobre los ángeles y las criaturas preadamíticas que poblaban la tierra —que se unieron a Satanás en su rebelión—, y también sobre los cielos y la tierra. Véase Is. 14:12-15 y las notas; Ez. 28:12-19 y las notas.

  • En el proceso de la creación efectuada por Dios, los cielos y los ángeles fueron creados primero, y la tierra, probablemente con algunos seres vivos, fue creada después (Job 38:4-7 y la nota Job 38:71a).

  • Heb. Elohim, que significa el Este nombre hebreo es un sustantivo plural, pero la forma del verbo traducido creó denota un sujeto singular. Además, en el v. 26 tanto la forma verbal hagamos como el posesivo Nuestra denotan un sujeto plural al referirse a Dios, mientras que en el v. 27 el posesivo Su denota un sujeto singular. He aquí las semillas de la Trinidad. Dios es uno (Is. 45:5; 1 Co. 8:4; 1 Ti. 2:5), pero también es tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu (Mt. 28:19). Él es el Dios Triuno. Fue el Dios Triuno quien efectuó la creación. Véase la nota 2 Co. 13:141a, párr. 3.

    Génesis se divide en tres secciones, y cada una comienza con un nombre. La primera sección (1:1—2:25), que comienza nombrando a Dios, habla de la creación efectuada por Dios; la segunda sección (3:1—11:32), que comienza nombrando la serpiente, relata cómo la serpiente corrompió a la humanidad; y la tercera sección (12:1—50:26), que comienza nombrando a Jehová, habla del llamamiento que Jehová hace al hombre caído.

  • Creó aquí denota hacer existir algo de la nada y es diferente de los verbos hizo en Gn. 2:4 y formó en Gn. 2:7 que, en ambos casos, significan usar algo existente para producir algo nuevo.

    La motivación de Dios al efectuar Su obra de creación era cumplir Su deseo y satisfacer Su beneplácito (Ef. 1:5, 9). El propósito de la creación es glorificar al Hijo de Dios (Col. 1:15-19) y manifestar a Dios mismo (Sal. 19:1-2; Ro. 1:20 y las notas 1 y 2), especialmente en el hombre (1 Ti. 3:16) por medio de Su Hijo, Cristo, quien es la corporificación de Dios y la imagen, la expresión, de Dios (Col. 2:9; 1:15). El fundamento de la creación es la voluntad y el plan de Dios (Ef. 1:10 y la nota 1; Ap. 4:11 y la nota 2). Los medios usados para la creación fueron el Hijo de Dios (Col. 1:15-16; He. 1:2b) y la Palabra de Dios (He. 11:3; Jn. 1:1-3), los cuales son Cristo (Jn. 1:1, 18; Ap. 19:13).

  • Se refiere al principio del tiempo (cfr. Jn. 1:1). El tiempo tuvo su inicio al ser creado el universo y continuará hasta que ocurra el juicio final del gran trono blanco (Ap. 20:11-15). El tiempo existe para que se cumpla el propósito eterno de Dios, propósito que Dios determinó en la eternidad pasada (Ef. 3:11) con miras a la eternidad futura.

  • La Biblia, que se compone de dos testamentos —el Antiguo y el Nuevo—, es la revelación divina completa de Dios dada al hombre en forma escrita. La revelación principal hallada en toda la Biblia es la revelación de la única economía divina del único Dios Triuno (Ef. 1:10; 3:9; 1 Ti. 1:4b). La centralidad y universalidad de esta economía divina es el Cristo todo-inclusivo e inescrutablemente rico como corporificación y expresión del Dios Triuno (Col. 2:9; 1:15-19; Jn. 1:18). La meta de la economía divina es la iglesia como Cuerpo de Cristo, como plenitud y expresión de Cristo (Ef. 1:22-23; 3:8-11), la cual alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén, que es la unión, mezcla e incorporación del Dios Triuno procesado y consumado con Su pueblo compuesto de personas tripartitas que fueron redimidas, regeneradas, transformadas y glorificadas. El cumplimiento de la economía divina es revelado en la Biblia de manera progresiva en muchas etapas, comenzando con la obra creadora de Dios en Gn. 1, Gn. 2 y llegando a su consumación con la Nueva Jerusalén en Ap. 21, Ap. 22. En el Antiguo Testamento se revela el contenido de la economía de Dios principalmente mediante tipos, figuras y sombras, mientras que en el Nuevo Testamento vemos el cumplimiento y la realización de todos esos tipos, figuras y sombras. Por tanto, el Antiguo Testamento retrata figurativamente la economía eterna de Dios, y el Nuevo Testamento presenta el cumplimiento concreto de dicha economía.

    Génesis, el término adoptado por la Septuaginta como título de este libro, significa dar nacimiento, origen. Por ser el primer libro de la Biblia, Génesis da nacimiento a las verdades divinas contenidas en la santa Palabra y es el origen de éstas. Por tanto, las semillas de las verdades divinas son sembradas en este libro y después crecen y se desarrollan en los libros subsiguientes, especialmente en el Nuevo Testamento, hasta que finalmente son cosechadas en el último libro, Apocalipsis.

    El libro de Génesis es una miniatura de la revelación completa hallada en toda la Biblia. Comienza hablándonos del hombre creado a imagen de Dios (Gn. 1:26) y termina hablándonos del hombre llamado Israel (Gn. 32:28; 48:2), una persona transformada, quien además de manifestar externamente la imagen de Dios tiene a Dios mismo forjado en su ser, lo cual hace de dicho hombre Su expresión. Este Israel transformado es una semilla, una miniatura, de la Nueva Jerusalén.

    Aparentemente, Gn. caps. 1—2 es apenas un relato de la creación; pero, en realidad, casi todo lo mencionado en estos dos capítulos nos revela a Cristo, quien es vida para el pueblo de Dios (Jn. 1:1, 4; 11:25; 14:6) a fin de producir la iglesia y edificarla. Los caps. 3—50 nos relatan las biografías de ocho personas destacadas que, clasificadas en dos grupos de cuatro, representan dos linajes: Adán, Abel, Enoc y Noé representan el linaje creado, y Abraham, Isaac, Jacob y José representan el linaje llamado. En este relato no se presentan primordialmente las obras realizadas por estos hombres, sino que se recalca su vida, su modo de vivir y su manera de relacionarse con Dios. En Génesis, Dios se vale tanto del relato de la creación como de las biografías de estas ocho personas para mostrarnos la vida que cumple Su propósito.

  • La vida vegetal es la forma más elemental de vida, la cual no tiene conciencia de sí misma; esto corresponde a la etapa más incipiente de la vida divina en un creyente recién regenerado (cfr. 1 Co. 3:6). La innumerable variedad de la vida vegetal tipifica la rica expresión de las inescrutables riquezas de la vida de Cristo en su belleza contemplada por el hombre (Gn. 2:9), en su fragancia (Cnt. 1:12-13) y en su valor nutritivo para el hombre y los animales (vs. 29-30). Los árboles (Gn. 2:9; Éx. 15:23-25; Cnt. 2:3; 5:15; Is. 11:1; Jn. 15:1; Ap. 22:2), las flores (Cnt. 1:14) y los granos —que alimentan al hombre (Jn. 6:9, 13) y son ofrendas para Dios (Lv. 2:1-3, 14)— tipifican, todos ellos, a Cristo.

  • Según la revelación contenida en la Biblia entera, la luz tiene como fin la vida; y la luz y la vida siempre van juntas (Sal. 36:9; Mt. 4:16; Jn. 1:4; 8:12; 1 Jn. 1:1-7). Cuanto más elevada sea la luz, más elevada será la vida que le corresponda. La luz indefinida del primer día (v. 3) bastó para generar las formas más elementales de vida; pero en el cuarto día se hizo necesaria la luz más concreta y definida de las lumbreras —el sol, la luna y las estrellas (v. 16; Sal. 136:7-9)— para generar formas más elevadas de vida, incluyendo la vida humana. Esto significa que para nuestro nacimiento espiritual basta con la luz del “primer día”, pero para el crecimiento en la vida divina que nos lleva a la madurez, es necesaria la luz del “cuarto día”, una luz más abundante e intensa.

  • Todas las señales, estaciones, días y años son sombras de Cristo (Col. 2:16-17).

  • Aunque el sol, la luna y las estrellas ya habían sido creados (cfr. Job 38:7), Dios hizo cesar la función de estos astros cuando Él juzgó los cielos y la tierra después de la rebelión de Satanás (véase la nota Job 9:551a). En el cuarto día, dichas funciones fueron restablecidas para que formas más elevadas de vida fuesen generadas.

  • El sol (Sal. 136:8), que representa a Cristo (Mal. 4:2; Lc. 1:78-79; Mt. 4:16; Ef. 5:14). El Señor Jesús también comparó a los santos vencedores con el sol (Mt. 13:43a).

  • La luna (Sal. 136:9). En el sueño de José, su padre fue representado por el sol, su madre por la luna y sus hermanos por las estrellas (Gn. 37:9). La luna puede ser considerada como una figura de la iglesia, la esposa de Cristo (cfr. Cnt. 6:10). La luna no tiene luz propia, sino que resplandece en la noche al reflejar la luz del sol. Asimismo, la iglesia resplandece en la noche oscura de la era de la iglesia al reflejar la luz divina de Cristo (cfr. Fil. 2:15).

  • Las estrellas, en primer lugar, representan a Cristo (Nm. 24:17; 2 P. 1:19; Ap. 22:16b). Aunque Cristo es el verdadero sol, Él no se presenta como tal durante la era presente, la era de la noche; más bien, brilla como la estrella resplandeciente de la mañana (Ap. 22:16 y la nota 4). Las estrellas también representan a los santos vencedores (Dn. 12:3; cfr. Ap. 1:20). La luz procedente de las estrellas es necesaria, especialmente cuando la luna mengua; asimismo, el resplandor de los santos vencedores como estrellas celestiales es especialmente necesario durante el tiempo de la degradación de la iglesia (Ap. 2:7, 11, 17, 26-28; 3:5, 12, 20-21).

  • El señorío ejercido por las lumbreras del cuarto día también sirvió para consolidar la separación hecha en el v. 4 entre la luz y las tinieblas. Ambos son requisitos para el crecimiento en vida.

  • Como ave que empolla.

  • Heb. rúaj, se ha traducido variadamente como espíritu, brisa, viento, aliento. Ésta es la primera mención del Espíritu en la Biblia. El Espíritu de Dios, en calidad de Espíritu de vida (Ro. 8:2), vino a cernirse sobre las aguas de la muerte a fin de generar vida, especialmente al hombre (v. 26), con miras al cumplimiento del propósito de Dios. En nuestra experiencia espiritual, la venida del Espíritu es el primer requisito para generar vida (Jn. 6:63a).

  • El v. 1 nos relata la creación original efectuada por Dios. El v. 2a se refiere al juicio de Dios sobre el universo preadamítico. La sección Gn. 1:2-31; 2:1-3 no se refiere a la creación original que Dios efectuó, sino a Su obra de restauración del universo que había sido dañado y a Su obra adicional de creación, que fueron efectuadas en seis días.

  • Es decir, las aguas profundas. En la Biblia, el agua puede simbolizar la vida (Jn. 4:10, 14; 7:38; Ap. 22:1) o la muerte (Gn. 7:17-24; Éx. 14:21-30; Jn. 3:5; Ro. 6:3). Aquí el agua representa la muerte. Como resultado del juicio de Dios sobre el universo preadamítico, toda la tierra estaba cubierta por aguas profundas, lo cual significa que estaba llena de muerte y sujeta a ella. Véase la nota Mr. 1:231, la nota 1 Ti. 4:16e y la nota Ap. 21:13.

  • Ésta es la vida animal que tiene la conciencia más elemental, lo cual corresponde a la etapa inicial del crecimiento en vida de los creyentes (cfr. 1 Jn. 2:13). La vida animal que puebla los mares tipifica las riquezas de la vida de Cristo manifestadas en el poder que prevalece sobre la muerte (representada por el agua salada), lo cual se expresa en Su vivir. Así como un pez puede vivir en agua salada sin ser salado, Cristo y Sus creyentes —al poseer la vida divina— pueden vivir en este mundo satánico sin ser “salados” por la corrupción del mundo (cfr. Jn. 14:30; 17:15-16). La vida animal que puebla los mares también exhibe las riquezas de la vida de Cristo, quien alimenta al hombre con Sus riquezas (Jn. 6:9; 21:9).

  • La vida de las aves es más elevada que la de los peces. Los peces pueden vivir en las aguas de la muerte, pero las aves son capaces de trascenderlas. Los creyentes, al crecer más en la vida divina, trascenderán la esfera terrenal superando todo obstáculo propio de la tierra (cfr. Is. 40:31). La vida de las aves tipifica las riquezas de la vida de Cristo, como lo demuestra el hecho de que Él sea el águila que lleva a los redimidos por Dios a Su destino final (Éx. 19:4; Dt. 32:11-12; Ap. 12:14) así como también sea las tórtolas o palominos que son ofrecidos a Dios por los pecados de Su pueblo (Lv. 1:14; 5:7).

  • Véase la nota Gn. 1:266.

  • Hagamos… revela que se celebró un concilio entre los tres de la Deidad con respecto a la creación del hombre. La decisión de crear al hombre fue tomada por el Dios Triuno en la eternidad pasada, lo cual indica que la creación del hombre tiene como fin el cumplimiento del propósito eterno del Dios Triuno (Ef. 3:9-11). La intención de Dios al crear al hombre era llevar a cabo Su economía divina impartiéndose en él (1 Ti. 1:4 y la nota 3, párr. 1). Esto se halla plenamente revelado en los subsiguientes libros de la Biblia.

  • O, la humanidad; heb. adam. Así también en el siguiente versículo. La vida humana es la vida creada más elevada, la única vida capaz de expresar a Dios en Su imagen y semejanza así como de ejercer dominio para Dios. Adán, el primer hombre, tipifica a Cristo (Ro. 5:14; 1 Co. 15:45, 47; Sal. 8:4-8; He. 2:6-9) como centro de la creación (Col. 1:16-17), como Cabeza de la creación entera (Col. 1:15) y de todo hombre (1 Co. 11:3), como expresión de Dios conforme a Su imagen y semejanza (He. 1:3; 2 Co. 4:4; Col. 1:15) y como representante de Dios que rige sobre todo lo que Dios creó (Sal. 8:6-8; Mt. 28:18).

  • La imagen de Dios, que se refiere al ser interno de Dios, es la expresión de la esencia interna de los atributos de Dios, de los cuales los más prominentes son el amor (1 Jn. 4:8), la luz (1 Jn. 1:5), la santidad (Ap. 4:8) y la justicia (Jer. 23:6). La semejanza de Dios, que se refiere a la forma de Dios (Fil. 2:6), es la expresión de la esencia y naturaleza de la persona de Dios. Por tanto, la imagen de Dios y la semejanza de Dios no debieran ser consideradas como dos cosas separadas. Las virtudes del hombre, que son internas y fueron creadas en el espíritu humano, son réplica de los atributos de Dios y el medio por el cual el hombre puede expresar tales atributos. La forma externa del hombre, creada como cuerpo humano, es una réplica de la forma de Dios. Por tanto, Dios creó al hombre como duplicación de Sí mismo a fin de que el hombre tenga la capacidad de contener a Dios y expresarlo. Todos los otros seres vivos fueron creados “según su especie” (vs. 11-12, 21, 24-25), pero el hombre fue creado según la especie de Dios (cfr. Hch. 17:28-29a). Puesto que Dios y el hombre pertenecen a la misma especie, el hombre puede ser unido a Dios y vivir juntamente con Él en una unión orgánica (Jn. 15:5; Ro. 6:5; 11:17-24; 1 Co. 6:17).

    Cristo el Hijo, como corporificación de Dios (Col. 2:9), es la imagen del Dios invisible, la expresión de la esencia de los atributos de Dios (Col. 1:15; 2 Co. 4:4; He. 1:3). El hombre fue creado conforme a Cristo con la intención de que Cristo entre en el hombre y sea expresado por medio de él (Col. 1:27; Fil. 1:20-21a). El hombre es un vaso viviente, un recipiente, creado para contener a Cristo (Ro. 9:21, 23; 2 Co. 4:7). A la postre, Cristo, en Su encarnación, se vistió de la naturaleza humana y se hizo semejante a los hombres (Fil. 2:6-8) a fin de que, por medio de Su muerte y resurrección, el hombre pudiese obtener la vida eterna de Dios, la vida divina (1 P. 1:3; 1 Jn. 5:11-12), y mediante dicha vida fuese transformado y conformado a la imagen de Cristo internamente (2 Co. 3:18; Ro. 8:29) y fuese transfigurado a la semejanza propia del cuerpo glorioso de Cristo externamente (Fil. 3:21), de tal modo que llegase a ser igual a Cristo (1 Jn. 3:2b) y, juntamente con Cristo, expresara a Dios ante el universo (Ef. 3:21).

    El hombre creado por Dios era duplicación de Dios en lo concerniente a la imagen y semejanza de Dios, pero no poseía la realidad de Dios ni la vida de Dios. Por tanto, todavía le era necesario recibir a Dios mismo como su vida al comer del árbol de la vida a fin de poseer la realidad de Dios y expresarle (Gn. 2:9 y la nota 2).

  • El uso de ejerzan aquí, de los creó en el v. 27, de los bendijo y les dijo en el v. 28 y de los creó, los bendijo y fueron creados en Gn. 5:2, indica que Adán era un hombre corporativo, una entidad colectiva, en quien estaba incluida la humanidad entera. Dios no creó muchos hombres, sino que creó colectivamente a la humanidad entera en una sola persona, Adán. Dios creó tal hombre corporativo a Su imagen y semejanza a fin de que la humanidad expresara a Dios corporativamente.

  • Dios creó un hombre corporativo no solamente para que lo expresara a Él y Su imagen, sino también para que lo representara al ejercer Su dominio sobre todas las cosas. La intención de Dios al otorgar tal dominio al hombre es
    1) subyugar a Su enemigo, Satanás, que se rebeló contra Dios;
    2) recobrar la tierra para Sí, la cual ha sido usurpada por Satanás y
    3) que la autoridad de Dios fuese ejercida sobre la tierra a fin de que el reino de Dios viniese a la tierra, la voluntad de Dios se cumpliese en la tierra y la gloria de Dios se manifestase aquí en la tierra (Mt. 6:10, 13b).

    La intención de Dios era que el hombre expresara a Dios en Su imagen y representara a Dios con Su dominio, pero esto no se cumplió en Adán, el primer hombre (1 Co. 15:45a), el viejo hombre (Ro. 6:6), sino en Cristo, el segundo hombre (1 Co. 15:47b y la nota 2), el nuevo hombre (Ef. 2:15 y la nota 8), el cual comprende a Cristo mismo como Cabeza y a la iglesia como Su Cuerpo (Ef. 1:22-23; 1 Co. 12:12 y la nota 2; Col. 3:10-11 y la nota Gn. 3:116d). La intención de Dios se cumple plenamente en los creyentes vencedores, quienes viven a Cristo con miras a ser Su expresión corporativa (Fil. 1:19-26) y quienes tendrán autoridad sobre las naciones y reinarán como co-reyes juntamente con Cristo en el milenio (Ap. 2:26-27; 20:4, 6). Dicha intención será finalmente cumplida en la Nueva Jerusalén, la cual expresará la imagen de Dios al poseer Su gloria y tener Su apariencia (Ap. 4:3; 21:11, 18a) así como también ejercerá la autoridad divina de Dios a fin de mantener el dominio de Dios sobre el universo entero por la eternidad (Ap. 21:24; 22:5).

  • Tipifica a Satanás, la serpiente (Gn. 3:1, 14; Ap. 12:9), así como a sus ángeles (Mt. 25:41; Ap. 12:4, 7b) y los demonios que le siguen (cfr. Lc. 10:19). Véase la nota Ap. 4:62c, párr. 1.

  • El ganado y los animales que pueblan la tierra tienen una vida y conciencia superior a la de los peces y las aves; esta vida les permite cumplir ciertas tareas sobre la tierra. Los animales y el ganado que pueblan la tierra tipifican las riquezas de la vida de Cristo, como lo demuestra el hecho de que Cristo sea el león conquistador (Ap. 5:5) que combate por la economía de Dios, las ovejas y bueyes que son ofrecidos a Dios para la realización de la plena redención que Dios efectúa (Lv. 1:2-3, 10; 3:1, 6, 12; 4:3; 5:6; Jn. 1:29; 1 P. 1:19; Ap. 5:6-9) y el buey que sobrelleva la responsabilidad de cumplir la voluntad de Dios y labora fielmente para ello (Mt. 20:28; Jn. 6:38). Los creyentes de Cristo, al crecer aún más en la vida divina, pueden llevar una vida aquí en la tierra que contribuya al cumplimiento de la voluntad de Dios (cfr. 1 Co. 3:2; Gá. 6:2; 1 Co. 15:58).

  • Sojuzgadla aquí implica que en la tierra se libra una guerra entre Dios y Su enemigo, Satanás. Aquel que conquiste la tierra obtendrá la victoria. El hombre fue creado por Dios para sojuzgar, conquistar, la tierra y recobrarla para Dios.

  • Lit., en que hay fruto de un árbol que produce semilla.

  • Véase la nota Gn. 9:31a.

  • Anteriormente Dios había dicho “bueno” (vs. 4, 10, 12, 18, 21, 25), pero aquí Él dijo “muy bueno”, pues Adán poseía la imagen de Dios y ejercía el dominio de Dios.

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