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  • Esto no se refiere a Eliaquim (Cristo) sino a Sebna (v. 15), quien fue reemplazado por Eliaquim. Al ejecutar Su juicio Dios desechó, o “despidió”, a todos y todo, incluyendo a los reyes de las naciones, a Sebna el mayordomo y a todos los jarros y tazas en la casa de Dios, y los reemplazó a todos con Cristo. Dios desechó a todos en la cruz, y Él reemplaza a todos con Cristo. Debido a que Cristo se unió a nosotros, haciéndose uno con nosotros, cuando Él murió en la cruz, nosotros morimos con Él y fuimos aniquilados (Ro. 6:6; 2 Co. 5:14). Ahora, en nuestra unión orgánica con Cristo por medio de nuestra fe en Él, Él nos reemplaza al vivir en nosotros, con nosotros, por nosotros y a través de nosotros (Jn. 15:5; Ro. 11:17; Gá. 2:20; Fil. 1:19-21a); más aún, Dios reemplazó con Cristo todas las cosas de Su economía antiguotestamentaria (Mt. 17:3-5; Col. 2:16-17; He. 10:5-14). Por tanto, el Cristo todo-inclusivo, en calidad de Emanuel (Is. 7:14), lo reemplaza todo y llega a serlo todo en la economía de Dios.

  • Los tazones y los jarros tipifican las diversas maneras y medios por los cuales somos partícipes de Cristo en Sus riquezas. Los tazones, o copas, son vasijas pequeñas para contener agua, la cual tipifica al Espíritu de Cristo (Jn. 7:37-39); los jarros, o cántaros, son vasijas más grandes para contener vino, el cual tipifica la vida divina (Mt. 9:17 y la nota 1). Esto significa que en la casa de Dios todos Sus hijos son vasos que contienen Su Espíritu en calidad de agua que aplaca la sed de la gente y Su vida en calidad de vino que anima a las personas para que se regocijen. Todas las riquezas del abundante suministro destinado a ser disfrutado por los hijos de Dios cuelgan de Cristo como la clavija, quien sostiene todo ello.

  • O, peso. En este versículo, gloria está en aposición tanto con prole y posteridad como con vasos. Por tanto, la gloria de la casa del Padre que cuelga de Cristo, la clavija, es los hijos de Dios en calidad de prole y posteridad (los descendientes) de Dios, y estos hijos de Dios son los vasos de Cristo, que cuelgan de Él a fin de contenerlo y ministrarlo a los demás. Los hijos de Dios son Su prole y posteridad, y como tales, son la gloria de la casa de Dios y también los vasos.

  • Cristo llegará a ser un trono de gloria para la casa de Su Padre. Aquí la gloria es los hijos de Dios, quienes son vasos que cuelgan de Cristo, la clavija (v. 24 y las notas). Con la gloria hay un trono, y este trono en realidad es Cristo. El trono representa la autoridad administrativa y el reino. Cristo en Su autoridad administrativa es el trono que gobierna todo dentro de la casa de Dios.

  • Cristo ha sido clavado por Dios como clavija, o clavo, en lugar seguro (v. 23a), lugar que tipifica el tercer cielo (cfr. 2 Co. 12:2b), donde Cristo fue exaltado por Dios después de Su resurrección (Hch. 2:33; 5:31). Debido a que el Padre está en el tercer cielo (Mt. 6:9), ser exaltado al tercer cielo equivale a ser exaltado a Dios el Padre (cfr. Lc. 15:18). Hoy, Cristo está en los cielos como clavija hincada en Dios. Véanse las notas del v. 24.

  • Según es tipificado por Eliaquim, el Cristo todo-inclusivo es también Aquel sobre cuyos hombros fue puesta (Ap. 3:7) la llave de (la casa del tesoro de, Is. 39:2 y la nota) la casa de Dios (tipificada por la casa de David con miras a la edificación del reino de Dios, 2 S. 7:16). La iglesia es tanto la casa de Dios (1 Ti. 3:15) como el reino de Dios (Mt. 16:18-19; Ro. 14:17). La llave puesta sobre el hombro de Cristo es la llave con la que se guardan todos los tesoros de la casa de Dios, que son todas las riquezas de Cristo para nuestro disfrute. Cristo es Aquel que puede abrir y cerrar la puerta que da acceso a la casa del tesoro que contiene las riquezas de Dios, las cuales están corporificadas en Cristo (Col. 2:9).

  • Cristo es un Padre para nosotros, los hijos de Dios (cfr. Is. 9:6), y como tal, Él es la fuente y el Suministrador que nos sustenta en todas las cosas y de todos los modos posibles.

  • Eliaquim, el siervo de Jehová que reemplazó a Sebna (vs. 15-19), tipifica a Cristo como Mayordomo sobre la casa de Dios (v. 22, cfr. Ap. 3:7). La casa de Dios es la familia divina (Gá. 6:10; Ef. 2:19; 1 Ti. 3:15), que incluye a todos los creyentes de todas las eras, sobre la cual Cristo es el único Mayordomo, quien cuida de la familia de Dios en todo aspecto. Al mismo tiempo que Cristo, como Mayordomo de Dios, sirve en la casa de Dios, Él también gobierna, rige y ejerce Su administración sobre los hijos de Dios, quienes están bajo Su cuidado.

  • Incluso Jerusalén fue incluida en el juicio de Jehová sobre las naciones. Al ejecutar Su juicio, Jehová hollaría la ciudad de Jerusalén —el valle de la visión (vs. 5-7)— debido a su iniquidad imperdonable, esto es: ella no miró al Señor ni lo consideró (vs. 11-14).

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