Según los vs. 21-29 Cristo, el Siervo de Jehová, pone al descubierto la falsedad y vanidad de los ídolos, que tienen por cabeza a Satanás. Con excepción de Cristo, todo es falso, vano, y es un ídolo (véase la nota 1 Jn. 5:213a, párr. 1).

Según los vs. 21-29 Cristo, el Siervo de Jehová, pone al descubierto la falsedad y vanidad de los ídolos, que tienen por cabeza a Satanás. Con excepción de Cristo, todo es falso, vano, y es un ídolo (véase la nota 1 Jn. 5:213a, párr. 1).
Según los vs. 8-20, Cristo como Siervo de Jehová es tipificado por Israel con miras al cumplimiento de las palabras bondadosas de consuelo que Jehová habló a Israel (Is. 40:1-2). Israel, como tipo de Cristo, el Siervo de Jehová, fue escogido por Jehová y sustentado con la diestra de Su justicia (vs. 8-10; 42:1, 6). Al igual que Cristo, Israel venció a los enemigos por Jehová y se regocijó y glorió en Él, el Santo de Israel (vs. 11-16; Ap. 3:21; Mt. 11:25-26). Israel también tipifica a Cristo como Testigo de Jehová (Is. 43:10; Ap. 1:5; 3:14). Así como el Espíritu fue derramado sobre Cristo, el Espíritu de Jehová fue derramado sobre Israel para la bendición de su descendencia (Is. 44:1-5, 21; 42:1b; Mt. 3:16; Lc. 4:18-19). Además, Jehová fue glorificado en Israel, del mismo modo que Dios fue glorificado en Cristo (Is. 43:7; 49:3; 46:13b; Jn. 17:1; 12:28).
El pronombre aquí tiene la fuerza de un nombre propio: Jehová es “Aquél”.
Se refiere a Ciro el rey de Persia. En los caps. 41—48 Cristo como Siervo de Jehová es tipificado por Ciro en los siguientes aspectos: fue levantado por Jehová (vs. 2, 25; 45:13a; Hch. 3:26a), ungido por Jehová (Is. 45:1a; Lc. 4:18a) y amado por Jehová (Is. 48:14b; Mt. 3:17). Él realizó el beneplácito de Dios al destruir Babilonia (Is. 48:14b; Apocalipsis 17:1—19:4). Él era el consejero de Dios (46:11b) para subyugar a las naciones y tener dominio sobre los reyes (vs. 2b, 25c; 45:1b; Esd. 1:2a; Hch. 5:31a; Ap. 1:5a). Él también fue el pastor de Jehová para el cumplimiento de Su deseo al edificar la ciudad (que simboliza el reino) y el templo de Dios así como al liberar a los cautivos de Dios (Is. 44:28; 45:13b; Esd. 1:2-3; Jn. 10:11; 5:30; 2:19; Lc. 4:18b).
En los caps. 41—66 Isaías se vale de tres entidades para tipificar a Cristo como Siervo de Jehová (Mt. 12:15-21): Ciro el rey de Persia, Israel e Isaías el profeta. Estos tres siervos y el Cristo todo-inclusivo son uno solo, sirviendo a Jehová Dios para Su beneplácito al liberar y establecer a los elegidos por Dios a fin de que el templo de Dios y la ciudad de Dios sean edificados y el reino de Dios sea afirmado, reino que será agrandado hasta consumar en la Nueva Jerusalén.
En los primeros cuarenta capítulos de este libro, Isaías reveló —de manera escondida— la economía de Dios, la cual consiste en obtener un pueblo para que Cristo, la corporificación de Dios, pueda ser expresado como Aquel que lo es todo, a fin de que Él pueda ser la centralidad y universalidad de todas las cosas en la economía de Dios (véase la nota Is. 22:251). Dios en Cristo y Cristo con Dios han llegado a este punto, esto es, que Cristo sea expresado como la centralidad y universalidad de Dios, al grado que estas tres entidades —Ciro el rey gentil, el lastimoso Israel e Isaías— han llegado a ser uno con Cristo a fin de que Dios obtenga una expresión corporativa. Todo aquel que es uno con Cristo, incluyendo a los creyentes neotestamentarios, tipifica a Cristo, quien es el Siervo de Dios, y tales personas también son los siervos de Dios debido a que son parte de Cristo. Toda otra persona ha sido descartada, desechada por Dios. Aquellos que son uno con Cristo llegan a ser un gran Cristo corporativo (1 Co. 12:12; Col. 3:10-11), el cual es igual a Cristo, el individuo, al ser el testimonio y siervo de Dios.