El pacto de Jehová con Israel, llamado el primer pacto y también el viejo pacto (He. 8:7, 13), era el pacto de la ley de los Diez Mandamientos (Éxodo 20:1—24:8). La ley, que en sí misma es santa, justa, buena y espiritual (Ro. 7:12, 14, 16a), fue hecha débil por la carne del hombre (Ro. 8:3a). La ley de los Diez Mandamientos fue dada para poner a prueba al hombre y poner al descubierto su verdadera naturaleza y condición (Ro. 3:20; 5:20; 7:7b). El fracaso de Israel al ser puesto a prueba por la ley debía hacer que ellos comprendieran que no podían guardar la ley y que no poseían justicia alguna por medio de la ley (Ro. 8:3; 9:31; 10:3). Además, ellos debían comprender que necesitaban que Cristo fuese para ellos Jehová como su justicia (Jer. 23:6; 33:16b; 1 Co. 1:30) y que tenían necesidad de la vida divina con su ley en el nuevo pacto de Dios (Jer. 31:31-34; He. 8:8-12; 10:16-17).