La maldad y perversidad de Israel preparó el camino para que Cristo viniera a fin de ser su justicia. Aunque Israel abandonó a Dios para ir en pos de los ídolos (Jer. 2:13) y se tornó incurablemente malo (Jer. 13:23; 17:9), Dios, debido a Sus compasiones, benevolencia amorosa, fidelidad y amor eterno (Jer. 31:3; Lm. 3:22-23), jamás abandonaría a Su pueblo elegido que estaba distraído. Al mismo tiempo que Dios condenaba a Israel, lo castigaba y disciplinaba, Él tenía el propósito de encarnarse como Renuevo para David a fin de poder ser la justicia de Su pueblo. Con base en la venida de Cristo como Jehová que llega a ser la justicia de Israel, el malvado linaje de Israel puede ser restaurado. A la postre, Israel manifestará a Cristo, quien es su justicia, como centralidad de ellos (su ser) y como su universalidad (su expresión). Esta manifestación tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén (Ap. 21:12).