Jeremías era un auténtico profeta que recibía palabra de Dios. Aunque había otros profetas auténticos (cfr. Jer. 25:4), la mayoría de los profetas que había en Judá eran falsos. Estos falsos profetas no tenían manera de recibir palabra de Jehová, así que escuchaban a quienes hablaban por Dios y hurtaban las palabras que Jehová había hablado por medio de ellos. Ellos fingían haber recibido por sí mismos esta revelación procedente de Dios y que las palabras que ellos proclamaban eran sus propias palabras.