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Capítulos de libros «Jeremías»
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  • Jeremías era un auténtico profeta que recibía palabra de Dios. Aunque había otros profetas auténticos (cfr. Jer. 25:4), la mayoría de los profetas que había en Judá eran falsos. Estos falsos profetas no tenían manera de recibir palabra de Jehová, así que escuchaban a quienes hablaban por Dios y hurtaban las palabras que Jehová había hablado por medio de ellos. Ellos fingían haber recibido por sí mismos esta revelación procedente de Dios y que las palabras que ellos proclamaban eran sus propias palabras.

  • En un sentido positivo, la palabra de Dios, por ser grano de trigo (v. 28), imparte a Dios como vida a nuestro ser para nutrirnos. En un sentido negativo, la palabra es como fuego que nos quema e incinera muchas de las cosas en las que ponemos nuestra confianza y, además, la palabra es como un martillo que quebranta nuestro yo, nuestra vida natural, nuestra carne, nuestras concupiscencias y nuestros conceptos.

  • La palabra de Dios proveniente de Jeremías era grano, alimento para nutrir, el cual contenía la esencia divina que debía ser impartida al pueblo de Dios; pero las palabras de los falsos profetas eran paja, tamo.

  • O, consejo. Así también en el v. 22.

  • Es decir, ídolos.

  • El uso de nuestra aquí indica que Cristo se hace uno con nosotros para ser nuestra justicia (1 Co. 1:30; 2 Co. 5:21). Cristo es hecho justicia nuestra con base en Su redención. Cristo, en calidad de Renuevo justo (v. 5), vino en la carne como descendiente de David para morir en la cruz y derramar Su sangre a fin de lavarnos de nuestros pecados y efectuar la redención (Ef. 1:7; He. 9:22; 1 P. 1:18-19). Con Su redención como la base, podemos creer en Él para recibir el perdón de Dios (Hch. 10:43), y Dios puede justificarnos (Ro. 3:24, 26), hacer de Cristo nuestra justicia y vestirnos con el manto de justicia (Is. 61:10). Esto abre el camino para que Cristo, la corporificación del Dios Triuno (Col. 2:9), entre en nosotros como nuestra vida (Col. 3:4a), nuestra ley interna de vida (Jer. 31:33) y nuestro todo, a fin de impartirse en todo nuestro ser para la realización de la economía eterna de Dios.

  • La maldad y perversidad de Israel preparó el camino para que Cristo viniera a fin de ser su justicia. Aunque Israel abandonó a Dios para ir en pos de los ídolos (Jer. 2:13) y se tornó incurablemente malo (Jer. 13:23; 17:9), Dios, debido a Sus compasiones, benevolencia amorosa, fidelidad y amor eterno (Jer. 31:3; Lm. 3:22-23), jamás abandonaría a Su pueblo elegido que estaba distraído. Al mismo tiempo que Dios condenaba a Israel, lo castigaba y disciplinaba, Él tenía el propósito de encarnarse como Renuevo para David a fin de poder ser la justicia de Su pueblo. Con base en la venida de Cristo como Jehová que llega a ser la justicia de Israel, el malvado linaje de Israel puede ser restaurado. A la postre, Israel manifestará a Cristo, quien es su justicia, como centralidad de ellos (su ser) y como su universalidad (su expresión). Esta manifestación tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén (Ap. 21:12).

  • La expresión Jehová, justicia nuestra, se refiere a Cristo en Su divinidad, y la expresión Renuevo justo (v. 5) se refiere a Cristo en Su humanidad. Este nombre indica que Cristo, como descendiente de David, no es meramente un hombre sino también Jehová mismo, quien creó los cielos y la tierra, escogió a Abraham, estableció el linaje de Israel y es el Señor de David, Aquel a quien David llamó Señor (Mt. 22:42-45; cfr. Ap. 5:5; 22:16). Cristo vino como el Renuevo, quien es el propio Jehová, para ser la justicia del pueblo escogido de Dios.

  • Que Cristo reine como Rey implica Su resurrección y ascensión. Después de pasar por la resurrección y entrar en la ascensión, ahora Cristo es el Rey de reyes, el Señor de señores y el Soberano de los reyes de la tierra (Ap. 17:14; 19:16; 1:5). Lo dicho aquí con respecto a Cristo será cumplido en el milenio (Zac. 14:9; Ap. 11:15; 20:6). Véase la nota Jer. 3:171b.

  • Éste es el Cristo que se encarnó como hombre en la carne a fin de ser descendiente de David (Mt. 1:1; Ro. 1:3). Aquí Renuevo indica la humanidad de Cristo; también implica vida. Cuando Cristo nació, un retoño fresco y nuevo salió del tocón de David (véase la nota Is. 11:11a). Éste fue el inicio del cumplimiento de la promesa de Jehová sobre hacer surgir a Cristo como Renuevo de David.

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