Las naciones mencionadas en los caps. 46—51 tipifican nueve diferentes aspectos del mundo. Tal como Israel, el pueblo elegido de Dios en el Antiguo Testamento, estuvo involucrado con las naciones, así la iglesia, el pueblo elegido de Dios en el Nuevo Testamento, está involucrada con el mundo en sus muchos aspectos. Jeremías nos presenta un vívido cuadro del castigo y juicio de Dios sobre las naciones a fin de que sepamos cómo lograr una clara separación del mundo y no estemos mezclados con ninguno de sus aspectos (Jn. 12:31; 17:14-21; Gá. 6:14; 2 P. 1:4; 1 Jn. 2:15-17). Dios vendrá a juzgar al mundo en todos sus aspectos y hará una clara distinción entre la iglesia, que es el Israel actual (Gá. 6:16 y la nota 4), y todo aspecto del mundo.
Jeremías profetizó respecto a las naciones debido a que Dios, en Su economía, tiene necesidad de ellas. Por un lado, Dios tiene necesidad de que Su pueblo escogido lo exprese; por otro, requiere que otro pueblo, las naciones, contemple y admire esta expresión, la cual es Su obra maestra (Ef. 2:10), la Nueva Jerusalén. Las naciones alrededor de la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva (Ap. 21:24, 26; 22:2b) procederán, eventualmente, de las naciones respecto de las cuales Jeremías y otros profetas del Antiguo Testamento profetizaron.