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Capítulos de libros «Josué»
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  • El tipo más sobresaliente en el Antiguo Testamento es la historia del pueblo de Israel, el cual tipifica a la iglesia, una entidad compuesta de los creyentes neotestamentarios, los elegidos por Dios (1 Co. 10:1-13). Después de los cinco libros de la ley, los libros de Moisés, viene el libro de Josué, el primero de los doce libros —de Josué a Ester— que relatan la historia de Israel. Estos doce libros no solamente abordan dicha historia, sino que forman parte de la revelación divina concerniente a la economía eterna de Dios, la cual se centra en Cristo como corporificación de Dios y en la iglesia como Cuerpo orgánico de Cristo con miras a la consumación de la Nueva Jerusalén. La revelación intrínseca contenida en los libros de historia del Antiguo Testamento consiste en mostrarnos cómo los elegidos de Dios llevan a cabo la economía eterna de Dios aquí en la tierra. La economía eterna de Dios se centra íntegramente en Cristo y es para Cristo, principalmente en cuanto a la persona de Cristo y el reino de Cristo. Con respecto a la persona de Cristo, el relato histórico del Antiguo Testamento sigue una línea referente a la genealogía de Cristo, que culmina en Su venida como hombre mediante la encarnación. Con respecto al reino de Cristo, el relato histórico del Antiguo Testamento sigue una línea referente al reino de Dios, que culmina en el reino divino que Cristo establece en la tierra. Estos dos aspectos conforman la línea rectora de la revelación divina hallada en los libros sobre la historia de Israel.

    Tomar posesión para Cristo de la tierra prometida por Dios así como proveer las personas apropiadas a fin de introducir a Cristo en el linaje humano son el espíritu, el significado intrínseco, de la sección de historia antiguotestamentaria abordada en los libros de Josué, Jueces y Rut. En el libro de Josué, el pensamiento central es que Dios se propuso cumplir Su promesa con respecto a la buena tierra a fin de que Israel contara con un lugar para llevar a cabo la economía de Dios, especialmente, para dar continuidad a la línea genealógica según la cual Cristo sería traído a la tierra mediante Su encarnación.

  • Significa Jehová el Salvador, o la salvación de Jehová. La versión griega de este nombre es Jesús (véase la nota Mt. 1:211b). Josué escribió este libro. Mediante Moisés, Dios hizo que el pueblo de Israel saliera de Egipto y atravesara el desierto hasta llegar a los linderos de la buena tierra. Después de Moisés, Josué condujo a los hijos de Israel a entrar en la tierra que Dios les prometió y a tomarla, poseerla, asignarla y disfrutarla.

    Josué tipifica a Cristo y también a la gracia (Cristo) que reemplaza la ley (Moisés) (Jn. 1:17). Fue después que murió Moisés, el legislador, que surgió Josué (v. 2) para introducir al pueblo en la buena tierra (v. 6), por lo cual tipifica al Señor Jesús, quien lleva al pueblo de Dios al reposo, al disfrute del Cristo todo-inclusivo (He. 4:8) como todas las bendiciones ordenadas por Dios (Ef. 1:3-14). Cristo nos introdujo en la buena tierra, tomó posesión de ella para nosotros y nos la asignó como nuestra herencia para que la disfrutásemos. Cristo obtuvo la buena tierra para nosotros y, finalmente, Él mismo es la buena tierra para nuestro disfrute (véase la nota Dt. 8:71).

  • El encargo que Dios hizo a Josué fue que entrase en la tierra prometida por Él. La tierra de Canaán con todas sus riquezas tipifica al Cristo que Dios nos dio junto con todas Sus inescrutables riquezas (Ef. 3:8; Col. 1:12-13). Para llevar a cabo Su economía, Dios requiere de un pueblo y una tierra (véase la nota Gn. 15:31a). Con respecto a la persona de Cristo en la economía de Dios, se requiere de un pueblo que sea la línea genealógica de Cristo a fin de que Él sea introducido en el linaje humano. Con respecto al reino de Cristo, se requiere de una tierra. Aunque la tierra fue creada por Dios, ha sido usurpada por Satanás. Por tanto, Dios se vale de Su pueblo para retomar una parte de la tierra que Satanás usurpó, de modo que ésta le sirva de base para establecer Su reino.

  • Por un lado, Dios le había dado la buena tierra a Israel; por otro, todavía era necesario que Israel tomara posesión de la tierra levantándose para cumplir la comisión dada por Dios (cfr. Fil. 3:7-16). A fin de que Dios retome la tierra de la mano usurpadora de Satanás, es necesario que el pueblo de Dios coopere y coordine plenamente con Dios según el principio de encarnación (véase la nota 1 Co. 7:402). Es necesario que ellos se sacrifiquen, se nieguen a sí mismos, renuncien a sus propios intereses y preferencias en todas las cosas, pongan toda su confianza plenamente en el Dios que se mueve y opera y arriesguen sus vidas para llevar a cabo la economía eterna de Dios.

  • Es decir, el mar Mediterráneo. Así también en todo el libro. Véase la nota Dt. 11:241.

  • Josué debía ocuparse en la palabra de Dios y debía dejar que la palabra ocupase todo su ser (cfr. Col. 3:16). Al ocuparse en la palabra de Dios y ser lleno de ella, Josué sería prosperado y tendría éxito en tomar posesión de la buena tierra prometida por Dios. Véase la nota Sal. 119:151.

  • En el encargo dado a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés en los vs. 12-15 se les recordó lo que Moisés dijo en Nm. 32. Este encargo indica que poseer y disfrutar la tierra prometida por Dios era la responsabilidad corporativa de todo el pueblo escogido por Dios, lo cual requería que todos Sus elegidos se levantaran, combatieran por la tierra y los unos por los otros, tomaran la tierra y la poseyeran para que todos pudieran entrar en su porción particular y hallar reposo (cfr. Ef. 3:17-19).

  • Los hijos de Israel concordaron con Josué en aceptar la comisión dada por Dios. Tal respuesta implicaba que ellos estaban dispuestos, listos, y que no solamente eran unánimes con Josué sino también con Jehová su Dios, tal como lo expresa el hecho de que bendijeran a Josué en el nombre de su Dios. Ellos eran uno con el Dios Triuno en el mover de Su economía con el propósito de obtener la buena tierra.

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