Esto es según el v. 7. El hebreo también podría traducirse: enseñó. Después de su gran éxito, Gedeón fracasó terriblemente. Intrínsecamente, Gedeón fracasó porque abandonó a Dios y se unió a Satanás (véase la nota Jue. 2:121a). La clave de su fracaso estriba en tres factores. En primer lugar, Gedeón no fue bondadoso; él mató a los compatriotas que no lo apoyaron (vs. 16-17), con lo cual quebrantó el sexto mandamiento de Dios (Éx. 20:13). En segundo lugar, dio rienda suelta a los apetitos de su carne al no restringir su concupiscencia carnal (vs. 30-31), con lo cual quebrantó el séptimo mandamiento (Éx. 20:14). En tercer lugar, aunque actuó debidamente al rehusarse a gobernar al pueblo (vs. 22-23), codició el botín de ellos (v. 24), con lo cual quebrantó el décimo mandamiento (Éx. 20:17). Al dar rienda suelta a sus pasiones sexuales y su codicia por el oro, Gedeón cayó finalmente en idolatría (cfr. Ef. 5:5; Col. 3:5). Gedeón confeccionó un efod con el oro que había tomado del pueblo, y este efod se convirtió en un ídolo para los hijos de Israel (v. 27). Como resultado de ello, tanto la familia de Gedeón como toda la sociedad israelita se corrompió.
En este libro, que trata sobre el disfrute de la buena tierra, la cual tipifica a Cristo (véase la nota Dt. 8:71), el éxito de Gedeón indica que él obtuvo una excelente oportunidad para disfrutar a Cristo, pero su fracaso indica que él perdió dicha oportunidad. El fracaso de Gedeón nos muestra que es imprescindible ejercer estricto control sobre los asuntos relacionados con el sexo y las riquezas; dejarse llevar por estos dos asuntos hará que nuestro disfrute de Cristo sea anulado. Véase la nota 2 S. 11:41; la nota 1 R. 11:431, párr. 3 y la nota Gn. 14:231.