El último paso de la gran salvación de Dios es introducir en la gloria a los muchos hijos de Dios. Romanos 8 nos dice que la obra de gracia que Dios nos aplica comenzó con Su presciencia, pasó por la predestinación, el llamamiento y la justificación, y concluirá con la glorificación (Ro. 8:29-30). Romanos 8 nos revela también que toda la creación aguarda con anhelo la revelación (la glorificación) de los hijos de Dios, con la esperanza de que la creación misma entre en la libertad de la gloria de los hijos de Dios (Ro. 8:19-21). Esto será realizado por el regreso del Señor (Fil. 3:21), cuando seremos manifestados con Él en gloria (Col. 3:4); ésta es nuestra esperanza (Col. 1:27). La glorificación de los hijos de Dios, como meta de la salvación de Dios, durará por todo el reino milenario y será manifestada plenamente en la Nueva Jerusalén por la eternidad (Ap. 21:11, 23).
