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Capítulos de libros «La Epístola de Pablo a Los Romanos»
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Mis lecturas
  • Los israelitas trataron de establecer su propia justicia procurando guardar la ley, y no se sujetaron a la justicia de Dios, la cual es Cristo mismo. Esto es un insulto para Dios, y hace que ellos pierdan el camino de la salvación de Dios.

  • Cristo vino para cumplir la ley (Mt. 5:17) a fin de ponerle fin y reemplazarla (Ro. 8:3-4). Por lo tanto, todo aquel que cree en Él recibe la justicia de Dios, la cual es Cristo mismo.

  • Esto se refiere a la encarnación de Cristo.

  • Esta palabra en griego se usa en Lc. 8:31 para referirse a la morada de los demonios; en Ap. 9:1-2, 11 para denotar el lugar del cual saldrán las langostas, cuyo rey es Apolión (el anticristo); en Ap. 11:7; 17:8 para denotar el lugar del cual subirá la bestia, el anticristo; y en Ap. 20:1, 3 para especificar el lugar donde Satanás será echado y donde estará encarcelado durante el milenio. La Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento, usa esta palabra en Gn. 1:2 (traducida allí abismo). Aquí, en este versículo, la palabra abismo denota el lugar que Cristo visitó después de Su muerte y antes de Su resurrección, y dicho lugar, conforme a Hch. 2:24, 27, es el Hades. Allí se revela que Cristo entró en el Hades después que murió, y que subió de aquel lugar en Su resurrección. Así que, conforme al uso bíblico, la palabra abismo siempre se refiere a la región de la muerte y del poder de tinieblas de Satanás. Esta región se refiere a las partes más bajas de la tierra (Ef. 4:9), adonde Cristo descendió después de Su muerte, muerte a la que Él derrotó y de la cual ascendió en Su resurrección.

  • Esto se refiere a la resurrección de Cristo.

  • La palabra en este versículo y Cristo en los vs. 6-7 son usados de forma intercambiable, lo cual indica que esta palabra es Cristo. Cristo se encarnó al descender del cielo, y resucitó al subir del Hades. De esta manera, Él ha llegado a ser la Palabra viviente, el Espíritu (Ef. 6:17), para estar en nuestra boca y en nuestro corazón, tal como el aire, el aliento, que podemos inhalar. Él está cerca y también disponible.

  • Cristo necesita que nosotros participemos de Él. Puesto que fuimos hechos vasos para contenerle, necesitamos creer con nuestro corazón para recibirle y debemos invocarle continuamente con nuestra boca para ingerirle, permitiendo así que Sus riquezas llenen nuestro vaso vacío (Ro. 9:21-23).

  • La resurrección de Cristo fue un hecho invisible; así que requiere nuestra fe. Además, aunque la muerte de Cristo nos ha redimido, sólo Su vida en resurrección nos puede salvar. Por lo tanto, solamente cuando creemos en el gran milagro que Dios efectuó en Cristo al levantarlo de entre los muertos, podemos ser redimidos y también salvos.

  • Creer con el corazón está relacionado con Dios; confesar con la boca está relacionado con el hombre. Creer con el corazón es creer en Cristo, quien fue glorificado y levantado por Dios de entre los muertos; confesar con la boca es confesar que Jesús, quien fue menospreciado y rechazado por los hombres, es el Señor. Ambos aspectos son condiciones para que seamos justificados y salvos.

  • Es decir, dando por resultado.

  • Esto muestra que Dios nos elige, nos redime, nos justifica, nos santifica, nos conforma y nos glorifica en Cristo a fin de que disfrutemos Sus inescrutables riquezas en Cristo (Ef. 3:8). La clave para tener este disfrute es invocar Su nombre.

  • Invocar el nombre del Señor es la clave no sólo para nuestra salvación, sino también para nuestro disfrute de las riquezas del Señor. Comenzando con Enós, la tercera generación de la humanidad, y pasando por todos los siglos hasta llegar a los creyentes neotestamentarios, los redimidos y escogidos de Dios han disfrutado la redención y la salvación de Cristo y todas Sus riquezas por medio de esta clave (véase la nota Hch. 2:211).

  • Aquí ser salvos significa ser conducidos a disfrutar de las riquezas del Señor. El Señor es rico para con los judíos y también para con los griegos. Todos los que invocan el nombre del Señor disfrutan del rico Señor; como resultado, son llenos de Él y le expresan.

  • Una persona que crea en el Señor indudablemente invocará Su nombre. Invocar al Señor da por resultado una salvación inmediata (vs. 10, 13).

  • Esto implica que el creer viene por medio de la palabra y que se debe a la palabra (v. 17).

  • ACERCA DE LA PREPOSICIÓN GRIEGA EIΣ

    Dada la dificultad en traducir la preposición griega εις, hemos usado la preposición en acompañada de un asterisco (*en). En cuanto al uso de la preposición griega en el Nuevo Testamento, véase Mt. 28:19, nota 4; Jn. 3:16, nota 2; Hch. 2:38, nota 3, punto 2; 1 Co. 1:2, nota 5; 6:17, nota 1; Gá. 3:27, nota 1 y Fil. 1:29, nota 1. 10:15*a; Cuán;Is. 52:7"

  • En cuanto a nuestros sentimientos humanos, obedecer el evangelio es más profundo que creerlo. Antes de creer en el evangelio, primero tuvimos que ser subyugados por el Espíritu Santo a fin de obedecer el evangelio. Es posible que aquellos que no obedecen el evangelio se conviertan en enemigos del evangelio de Dios (Ro. 11:28), esto es, enemigos de Dios mismo.

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