Aunque hemos sido bautizados en Cristo y ya estamos en Cristo (Ro. 6:3; Gá. 3:27), todavía debemos vestirnos de Él. Vestirnos de Cristo es vivir por Cristo (Gá. 2:20) y expresarle en nuestro vivir (Fil. 1:21), magnificándolo así (Fil. 1:20). Vestirse de Cristo es lo mismo que vestirse con las armas de la luz (v. 12), lo cual indica que Cristo es las armas de la luz para la guerra entre el Espíritu y las concupiscencias. La guerra aquí mencionada equivale al conflicto entre el Espíritu y las concupiscencias de la carne (Gá. 5:17). Sin embargo, difiere de nuestra lucha contra el diablo y sus fuerzas malignas (Ef. 6:12), y de la guerra entre la ley del pecado y la ley del bien dentro de nosotros (Ro. 7:23).
