El primer hombre, Adán, creado por Dios en Gn. 1, fracasó y no cumplió el propósito de Dios con el hombre. El salmo 8 hace alusión, por medio de la profecía, a otro hombre, un hombre que reemplazaría al primer hombre y que cumpliría el propósito de Dios. Este capítulo nos dice que el otro hombre, el segundo hombre, Jesús, vino e hizo mucho por el cumplimiento del deseo de Dios en cuanto al hombre, deseo que se revela en Gn. 1:26, 28 y al cual se alude en Sal. 8:4-8. Así que, en todo lo que Adán, el primer hombre, fracasó, Cristo, el segundo hombre, tuvo éxito reemplazando al primer hombre.
Este capítulo es el cumplimiento de las profecías de Sal. 8 y Sal. 22, acerca de los pasos principales dados por Cristo como hombre para cumplir el propósito de Dios. En la encarnación Él participó de la naturaleza humana (v. 14). En la crucifixión sufrió la muerte por todo (v. 9) y destruyó al diablo (v. 14). En la resurrección produjo los muchos hijos de Dios, Sus hermanos, para formar la iglesia (vs. 10-12). En la exaltación fue coronado de gloria y de honra. Todos estos pasos le hacen idóneo para ser nuestro Sumo Sacerdote (v. 17).