Al igual que las plantas, nosotros somos organismos vivos. Como tales, hemos sido arraigados en Cristo, quien es nuestro suelo, nuestra tierra, para que absorbamos todas Sus riquezas como alimento. Estas riquezas llegan a ser el elemento y la sustancia con los cuales crecemos y somos edificados. Ser arraigados tiene como fin el crecimiento en vida. Si bien ser arraigados ya ha sido logrado, ser edificados, cuya finalidad es la edificación del Cuerpo de Cristo, es algo que continúa siendo realizado. Ambos asuntos se llevan a cabo en Cristo.
