Lit., ¡Nunca tal suceda! Así también en toda esta epístola.
Lit., ¡Nunca tal suceda! Así también en toda esta epístola.
Dios primero debe convencernos de Su justicia antes de que podamos arrepentirnos y creer en Él. De este modo, Él es declarado justo por nosotros antes que nosotros seamos declarados justos por Él.
En el griego, ésta es la misma palabra que se traduce verdad (realidad). La palabra aquí y en 15:8 denota la calidad de ser genuino, veraz, honesto, fiel y fidedigno, y es una de las virtudes de Dios (véase la nota 1 Jn. 1:66, punto 7).
El juicio eterno. Véase la nota Ro. 2:21.
O, benignidad.
Cuando éramos pecadores, no conocíamos el camino de paz. Sin embargo, ahora tenemos paz para con Dios (Ro. 5:1); es decir, estamos en paz con Dios.
El propósito de Dios al dar la ley era poner en evidencia al hombre, subyugarlo, y guardar o preservar para Cristo a los escogidos de Dios, a fin de que fueran conducidos a Cristo (véanse las notas de Gá. 3:23-24).
Lit., a partir de.
Los judíos buscaban la justicia de Dios al observar la ley. Sin embargo, no la alcanzaron, porque ninguna carne será justificada delante de Dios basándose en las obras de la ley (v. 20). Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado a nosotros por medio de la fe en Cristo (Ro. 1:17).
Véase la nota Ro. 1:171a. Así también en el versículo siguiente.
O, fe en Jesucristo. Esta fe se refiere a la fe de Jesucristo en nosotros, la cual ha llegado a ser la fe con la cual creemos en Él, como en el v. 26; Gá. 2:16, 20; 3:22; Ef. 3:12 y Fil. 3:9.
La fe tiene un objeto y proviene del mismo. Este objeto es Jesús, quien es Dios encarnado. Cuando el hombre le escucha, le conoce, le aprecia y lo valora, Él hace que la fe sea generada en el hombre, capacitándolo así para creer en Él. De esta manera, Él llega a ser la fe que hay en el hombre con la cual éste cree en Él. Así que, esta fe llega a ser la fe en Jesucristo, y también es la fe que le pertenece a Él.
Dios en Su economía neotestamentaria desea que el hombre crea en Jesús, quien es Dios encarnado. Si el hombre no cree en Él, comete el pecado único delante de Dios (Jn. 16:9). Sin embargo, si el hombre cree en Él, llega a ser sumamente justo delante de Dios, y Dios le cuenta esta fe por justicia. Al mismo tiempo, esta fe introduce su objeto, es decir, Aquel que es Dios encarnado, en los que creen en Él. Él es la justicia de Dios, y Dios lo ha dado como justicia a aquellos en quienes Él mora (Jer. 23:6). Todo esto proviene y depende de la fe que está en Él y que es de Él (He. 12:2).
La gloria de Dios es Dios expresado. Cada vez que Dios es expresado, se ve Su gloria. Dios creó al hombre a Su imagen a fin de que lo exprese para Su gloria. Pero el hombre ha pecado y ha actuado en contra de la santidad y justicia de Dios. En lugar de expresar a Dios, el hombre expresa el pecado y su yo pecaminoso. Por eso, el hombre está privado de la gloria de Dios. Carecer de la gloria y expresión de Dios es pecado. Los pecadores no sólo están bajo los requisitos de la santidad y la justicia de Dios, sino también bajo las exigencias de la gloria de Dios. Todos han ofendido el santo ser de Dios y han quebrantado la justa ley de Dios, y todos están privados de la gloria de Dios. Por lo tanto, todos están bajo Su condenación.
La justificación es la acción de Dios por la cual Él aprueba a las personas conforme a Su norma de justicia. Dios puede hacer esto basándose en la redención de Cristo.
Debido a que Cristo pagó el precio por nuestros pecados y en Su redención satisfizo todos los requisitos que Dios nos había impuesto, Dios, por ser justo, tiene que justificarnos gratuitamente. Tal justificación es por la gracia de Dios, no por nuestras obras.
Redimir es volver a comprar a cierto precio. Nosotros originalmente pertenecíamos a Dios pero nos perdimos mediante el pecado. Los requisitos de la santidad, de la justicia y de la gloria de Dios que pesaban sobre nosotros eran tan grandes que era imposible satisfacerlos. Sin embargo, Dios pagó el precio por nosotros mediante Cristo, recuperándonos a gran precio. Cristo murió en la cruz para redimirnos (Gá. 3:13; Tit. 2:14; 1 P. 2:24; 3:18); Su sangre obtuvo eterna redención para nosotros (1 P. 1:18-19).
En el Antiguo Testamento, la cubierta expiatoria, la tapa del Arca, como tipo, estaba escondida en el Lugar Santísimo; en el Nuevo Testamento, Cristo, como propiciatorio, la realidad de la cubierta expiatoria, es presentado delante de todos los hombres.
El propiciatorio es tipificado en Éx. 25:17 por la tapa del Arca, la cual cubría los pecados. El Arca era el lugar donde Dios se reunía con el pueblo. Dentro del Arca estaba la ley de los Diez Mandamientos, que mediante su requisito santo y justo, exponía y condenaba los pecados de los que se acercaban para tener contacto con Dios. Sin embargo, por medio de la tapa del Arca que el Día de la Expiación era rociada con la sangre expiatoria, toda la situación con respecto al pecador era completamente cubierta. Por lo tanto, sobre esta tapa que cubría los pecados, Dios podía reunirse con los que habían quebrantado Su justa ley, y podía hacerlo sin ninguna contradicción gubernamental con Su justicia, incluso bajo el escrutinio de los querubines que tenían Su gloria y estaban sobre la tapa del Arca. De esta manera el problema entre el hombre y Dios era resuelto, haciendo posible que Dios perdonara al hombre y tuviera misericordia de él y que así diera Su gracia al hombre. Esto es una prefigura de Cristo como el Cordero de Dios que quita el pecado que había distanciado al hombre de Dios (Jn. 1:29), satisfaciendo así todos los requisitos de la santidad, de la justicia y de la gloria de Dios, y estableciendo una relación de paz entre el hombre y Dios. De este modo, Dios pudo pasar por alto los pecados pasados del pueblo. Además, para mostrar Su justicia, Dios tenía que hacer esto. A esto se refiere este versículo.
La palabra hebrea que se puede traducir tapa del Arca es caporet, que significa cubrir. En la Septuaginta esta palabra fue traducida ilastérion que significa el lugar de propiciación (lo cual implica perdonar y tener misericordia: las palabras que se traducen propicio en He. 8:12 y en Lc. 18:13 son la raíz de ilastérion y un derivado de ésta, respectivamente). La versión King James lo traduce con el significado de “asiento de misericordia”, refiriéndose al lugar donde Dios concede misericordia al hombre. En He. 9:5 Pablo usó la palabra ilastérion para referirse también a la tapa del Arca. Aquí en Ro. 3:25, se usa la misma palabra, ilastérion, para mostrar que la tapa del Arca representa a Cristo como el propiciatorio puesto por Dios.
Además de ilastérion, otras dos palabras derivadas de la misma palabra griega de la cual se deriva ilastérion, son usadas en el Nuevo Testamento para mostrar cómo Cristo quitó el pecado del hombre a fin de establecer una relación de paz entre el hombre y Dios. Una de éstas es iláskomai (He. 2:17), que significa propiciar, es decir, apaciguar, reconciliar a uno al satisfacer las exigencias del otro; y la otra es ilsamós (1 Jn. 2:2; 4:10), que significa aquello que propicia, es decir, un sacrificio propiciatorio. Cristo hizo propiciación por nuestros pecados (He. 2:17); así que, Él ha llegado a ser aquello que propicia, el sacrificio propiciatorio, entre nosotros y Dios (1 Jn. 2:2; 4:10), y también ha llegado a ser el lugar, como está tipificado por la tapa del Arca (He. 9:5), donde disfrutamos la propiciación delante de Dios y donde Dios nos da gracia.
Durante los tiempos del Antiguo Testamento, los pecados del pueblo no eran quitados sino que sólo eran cubiertos por la sangre de los sacrificios de animales, que tipificaban a Cristo. Dios pasó por alto estos pecados cubiertos hasta la venida de Cristo, quien fue el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo (Jn. 1:29). Por Su muerte en la cruz y el derramamiento de Su sangre para nuestra redención, Él quitó todos los pecados que habían sido cubiertos y pasados por alto. Al pasar por alto los pecados de los santos del Antiguo Testamento, Dios demostró Su justicia para con ellos.
Dios justifica a los creyentes para demostrar Su justicia a aquellos de la era neotestamentaria que son de la fe de Jesús.
O, fe en Jesús. Véase la nota Ro. 3:221.
La fe es la fuente en base a la cual los de la circuncisión, quienes ya tienen la posición de ser el pueblo de Dios, pueden ser justificados por Dios; así que, la justificación de ellos proviene de la fe. Pero con respecto a los de la incircuncisión, quienes en cuanto a su posición están lejos de Dios y no son Su pueblo, la fe es el camino para llegar a la posición en la que pueden ser justificados por Dios; así que, la justificación de ellos es por medio de la fe.