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Capítulos de libros «La Epístola de Pablo a Los Romanos»
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  • Los vs. 1-6 son la continuación de Ro. 6:14 y explican por qué no estamos bajo la ley. Por una parte, la ley sigue existiendo, porque Dios no la ha revocado, anulado ni abolido. Por otra parte, debido a la crucifixión de nuestro viejo hombre (Ro. 6:6), quien es el primer marido, al cual se hace referencia en estos versículos, ya no estamos bajo la ley y no tenemos nada que ver con la ley. En lugar de eso, hemos llegado a ser la esposa de Cristo, es decir, hemos llegado a ser aquellos que dependen de Cristo.

  • Debido a que el hombre caído dejó su posición apropiada como esposa de Dios y quiso ser el marido (véase la nota Ro. 7:41), Dios le dio la ley, la cual le es absolutamente imposible guardar. La ley no está destinada a la esposa sino al esposo, y la ley fue dada no para ser cumplida por el hombre, sino para que el viejo hombre fuera puesto en evidencia (v. 5; 3:20; 5:20). Por eso, este versículo se refiere a la ley como “la ley referente al marido”.

  • El marido aquí (el primer marido) no es la carne ni la ley, sino el viejo hombre que se mencionó en 6:6, quien ha sido crucificado con Cristo. Así que, los vs. 1-6 corresponden a Ro. 6:6.

  • Se refiere al segundo marido mencionado en estos versículos, el cual es Cristo.

  • Puesto que nuestro viejo hombre, quien era el antiguo marido, ha sido crucificado con Cristo (Ro. 6:6), nosotros somos liberados de su ley y unidos al nuevo Marido, Cristo, Aquel que vive para siempre. Como creyentes, tenemos dos condiciones. El primer vosotros de este versículo se refiere a nosotros en nuestra condición anterior como el viejo hombre caído, quien dejó la posición original como esposa dependiente de Dios y presuntuosamente tomó la posición de marido y cabeza, independiente de Dios. La segunda referencia a vosotros, la cual se ve en el verbo seáis, se refiere a nosotros en nuestra nueva condición como el nuevo hombre regenerado, habiendo sido restituidos a nuestra posición original y apropiada como la verdadera esposa de Dios (Is. 54:5; 1 Co. 11:3), quien depende de Él y lo toma como su Cabeza. Ya no tenemos la condición anterior de marido, porque fuimos crucificados. Ahora sólo tenemos la nueva condición de esposa apropiada, condición en la que tomamos a Cristo como nuestro Marido, y en la que ya no debemos vivir conforme al viejo hombre, es decir, ya no debemos tomar al viejo hombre como nuestro esposo.

  • Esta unión indica que en nuestra nueva condición de esposa, tenemos una unión orgánica en persona, en nombre, en vida y en existencia, con Cristo en Su resurrección.

  • Como el nuevo hombre regenerado y la esposa para Cristo, todo lo que somos y hacemos está ahora relacionado con Dios y Dios nace de nosotros como el fruto, lo que rebosa, de nuestra vida. Esto está en contraste con el fruto para muerte (v. 5), el cual anteriormente produjimos como el viejo hombre, el viejo marido.

  • Puesto que el viejo hombre fue crucificado, el nuevo hombre regenerado ahora está libre de la ley del viejo hombre (vs. 2-3; Gá. 2:19). Puesto que la ley fue dada al viejo marido, o sea al viejo hombre, y no a la esposa, y puesto que el viejo marido, el viejo hombre, murió en la cruz, el nuevo hombre (la esposa) ha quedado libre de su ley.

  • Lit., sirvamos como esclavos.

  • En Ro. 6:4, la novedad de vida resulta de nuestra identificación con la resurrección de Cristo y tiene como fin nuestro andar en la vida diaria. Aquí la novedad del espíritu resulta del hecho de que hemos sido librados de la ley y unidos al Cristo resucitado, y tiene como fin nuestro servicio a Dios. Así que, tanto la novedad del espíritu como la novedad de vida son resultados de la crucifixión del viejo hombre.

  • Se refiere a nuestro espíritu humano regenerado, donde el Señor mora como Espíritu (2 Ti. 4:22). Todo lo que está relacionado con nuestro espíritu regenerado es nuevo, y todo lo que procede de nuestro espíritu es nuevo. Nuestro espíritu regenerado es una fuente de novedad porque el Señor, la vida de Dios y el Espíritu Santo están allí (véase la nota Ro. 1:92).

  • En los vs. 7-25 Pablo usó la experiencia que él mismo tuvo antes de creer en el Señor para mostrar la miseria de tratar de hacer el bien bajo la ley con el fin de agradar a Dios. En esta sección no se menciona el espíritu humano ni el Espíritu de Dios, sino la voluntad y la mente del alma humana (vs. 19, 23), las cuales intentan agradar a Dios con lo bueno de la vida natural (vs. 18-19, 21). Aunque este cuadro presenta la situación de una persona que no es salva, casi todos los cristianos pasan por esta clase de experiencia después de ser salvos.

  • La ley nos presenta un cuadro de Dios y le define (Lv. 19:2). Por consiguiente, impone muchas exigencias y requisitos en el hombre caído, y con esto identifica al pecado como pecado y lleva al hombre al conocimiento del pecado (Ro. 3:20; 4:15; 5:20). De esta manera el hombre es tanto puesto en evidencia como sojuzgado por la ley (Ro. 3:19).

  • El décimo mandamiento, “No codiciarás”, no está relacionado con la conducta externa, sino con el pecado que está dentro del hombre, principalmente en sus pensamientos. Esto muestra que el problema del hombre tiene que ver con el pecado que mora en él, y no solamente con los actos pecaminosos externos.

  • Este capítulo, especialmente en este versículo y en los vs. 11, 17, 20, indica que el pecado es una persona, la corporificación de Satanás, que vive y actúa dentro de nosotros.

  • Se refiere al hecho de que la maldición y la condenación que nos trajo el pecado por medio de la ley nos hicieron morir tanto en nuestra conciencia como a los ojos de Dios (Ro. 4:15; 5:13, 20).

  • La ley es el instrumento por medio del cual el pecado engaña al hombre y lo mata. El poder del pecado es la ley (1 Co. 15:56). Este hecho debe servirnos de advertencia a fin de que no acudamos a la ley para tratar de guardarla, porque al hacer eso damos al pecado la oportunidad de engañarnos y matarnos.

  • Lit., aparecer como.

  • Se refiere a estar conscientes interior y subjetivamente. Véase la nota Ro. 6:61.

  • Es decir, lo mismo en esencia, en naturaleza y en sustancia que Dios, quien es Espíritu (Jn. 4:24).

  • Pablo vio que él era lo contrario de todo lo descrito por la ley. La ley es espiritual, santa, justa y buena; él era de carne, profano y contaminado, injusto y maligno. Véase la nota 1 Co. 3:12b.

  • Lit., no lo entiendo; es decir, no lo admito, no lo apruebo. Pablo no permitía, no aprobaba ni admitía su acción equivocada, porque provenía de su carne, la cual servía a la ley del pecado, actuando en contra de su mente y en contra de su voluntad.

  • Lit., establece una morada. El pecado no meramente se aloja o permanece dentro de nosotros por un tiempo, sino que establece su morada en nosotros.

  • Se refiere a estar consciente interior y subjetivamente. Véase la nota Ro. 6:61.

  • La carne aquí es el cuerpo humano caído y corrupto, junto con todas sus concupiscencias. Esta carne no fue creada por Dios, sino que es una mezcla de lo que Dios creó y el pecado, el cual es la vida de Satanás, el maligno. Dios creó el cuerpo del hombre como un vaso limpio, pero este vaso fue corrompido y convertido en la carne en el momento de la caída cuando Satanás se inyectó en él. Ahora Satanás, como pecado personificado, está en la carne del hombre, haciendo su hogar allí y reinando como dueño ilegal, dominando al hombre y obligándole a hacer lo que no le gusta. Este pecado que reside en todos los hombres, el cual es la naturaleza maligna que no se puede cambiar, es lo que los constituye pecadores (Ro. 5:19).

  • Aquí Pablo fue muy cauteloso al decir que es en la carne, y no en el ser entero del hombre, donde nada bueno mora. El bien sí existe en otras partes del ser del hombre. La voluntad desea agradar a Dios (vs. 18-21) conforme a la buena ley que está en la mente (vs. 22-23), pero es imposible llevar a cabo este bien mediante el cuerpo, porque éste ha venido a ser carne, donde mora el pecado.

  • Querer hacer el bien es acudir a la ley. La ley del bien en nuestra mente (vs. 22-23) corresponde a la ley de Dios y responde a sus exigencias al tratar de cumplirlas.

  • Véase 17 a

  • Conforme al hecho mencionado en el v. 20, Pablo descubrió que la ley del pecado era el pecado que moraba en él y también era el mal que estaba con él. En el v. 23 se dio cuenta de que esta ley era la ley del pecado en sus miembros.

  • La palabra griega se refiere a aquello que es maligno en carácter. Esto debe ser la vida, la naturaleza y el carácter malignos de Satanás mismo, quien es el pecado que mora en nosotros. Cuando el pecado está inactivo dentro de nosotros, es meramente el pecado, pero cuando lo despertamos queriendo hacer nosotros el bien, el pecado se convierte en “el mal”.

  • Se refiere a la ley escrita de Dios.

  • Hay tres leyes diferentes en las tres diferentes partes del ser del creyente. Como se revela en los caps. 7 y 8, estas tres leyes se originan en los tres partidos que existen en el universo. La ley del pecado y de la muerte que está en los miembros del creyente (v. 23), es decir, en su cuerpo, proviene de Satanás, quien como pecado mora en la carne del creyente. La ley del bien en la mente del creyente (v. 23), es decir, en su alma, proviene de la vida humana natural, es decir, del hombre mismo. La ley del Espíritu de vida en el espíritu del creyente procede de Dios, quien como Espíritu mora en su espíritu (Ro. 8:2, 16). Estos tres partidos, junto con las tres leyes, están ahora presentes en el creyente como lo estaban ellos (Dios, el hombre y Satanás) en el huerto del Edén (Gn. 3). Además de las tres leyes que están en el creyente, existe la ley de Dios, la cual está fuera de él (vs. 22, 25).

  • La guerra aquí se desarrolla entre la ley del pecado que mora en los miembros de nuestro cuerpo y la ley del bien que mora en la mente de nuestra alma. Es un asunto de que el pecado en nuestra carne pelea contra el bien que está en nuestro ser natural, el cual no guarda relación alguna con nuestro espíritu ni con el Espíritu de Dios. Por lo tanto es diferente de la guerra que se menciona en Gá. 5:16-25, la cual se lleva a cabo entre la carne y nuestro espíritu, el cual está mezclado con el Espíritu de Dios.

  • Una persona que sea independiente de Dios no puede hacer frente a la ley del pecado en la carne, porque esta ley es la poderosa persona de Satanás mismo.

  • Tratar de guardar la ley por medio de la carne da por resultado la muerte y la desgracia. El hombre es de carne, vendido al pecado (v. 14). En la carne del hombre no mora el bien (v. 18), y el hombre es incapaz de dominar el pecado (vs. 15-20). Si el hombre, estando en tal condición, trata de cumplir la ley de Dios, ciertamente fracasará.

  • En 6:6 nuestro cuerpo caído es llamado “el cuerpo de pecado”. Aquí se le llama “el cuerpo de esta muerte”. El cuerpo de pecado está lleno de vigor para pecar contra Dios, pero el cuerpo de esta muerte es débil para actuar de manera grata a Dios. El pecado da energía al cuerpo caído para que peque, mientras que la muerte debilita e incapacita por completo el cuerpo corrompido de tal modo que no pueda guardar los mandamientos de Dios.

  • La muerte causada por el pecado mediante el arma de la ley, la muerte de ser derrotados, la muerte de intentar guardar la ley para agradar a Dios y en lugar de eso ser llevados cautivos por la ley del pecado que está en nuestros miembros. Ésta es la muerte que está obrando en nuestra carne ahora mismo.

  • La frase yo mismo con la mente indica que la mente, que representa al ego, trata de hacer el bien por su cuenta. Aunque la ley del bien en la mente (v. 23) hace que nos inclinemos a hacer el bien, la mente siempre es derrotada porque la ley del pecado en nuestros miembros es más fuerte que la mente independiente.

  • Lit., sirvo como esclavo.

  • La ley del pecado, el pecado y el mal son términos sinónimos, los cuales hacen referencia a Satanás, quien mora en el cuerpo caído del hombre.

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