Aquí la fe indica la naturaleza y la fuerza de la obra; el amor, la motivación para la obra así como la característica de la misma; y la esperanza, la fuente de la perseverancia. Éstas describen la estructura de la auténtica vida cristiana, una vida construida con fe, amor y esperanza (véase la nota 1 Co. 13:131a). Tal vida tiene su origen no en la habilidad del ser natural de los creyentes, sino en la infusión en ellos de todo lo que es Dios, Aquel en quien creen. Los creyentes llevan esta vida motivados por el amor que los lleva a sacrificarse por su amoroso Señor, quien los amó y se dio a Sí mismo por ellos, y por Sus miembros, a quienes Él redimió por medio de Su muerte en amor. Esta vida perdura y permanece inmutable por el poder sostenedor de la esperanza con la cual los creyentes esperan a su amado Señor, quien prometió que regresaría a tomarlos a Sí mismo. Tal vida es el contenido de esta epístola.
Es maravilloso ver que los creyentes tesalonicenses hayan podido llevar tal vida mediante lo que les ministró el apóstol en tan corto tiempo, ¡menos de un mes! Esto nos anima a predicar con plena certidumbre de fe el evangelio completo a los incrédulos típicos, y a ministrar a los recién convertidos las verdades profundas de la vida cristiana.
En las dos epístolas a la joven iglesia en Tesalónica, se revela de una manera breve y simple la auténtica vida cristiana necesaria para la vida de iglesia apropiada. Es una vida de tres dimensiones vivida a la luz del regreso del Señor que tiene la fe como su origen y fundamento; el amor como el proceso, la construcción; y la esperanza como la consumación, la compleción. La fe se dirige a Dios (v. 8), el amor se dirige a los santos (1 Ts. 3:12; 4:9-10) y la esperanza reposa sobre la venida del Señor (1 Ts. 2:19). La primera epístola tiene como fin animar y consolar; la segunda tiene por finalidad corregir y equilibrar. Los creyentes deben vivir, andar y obrar por fe y amor en la esperanza que se basa en la venida del Señor; pero no deben tener el concepto erróneo de que el Señor vendrá inmediatamente y que, por lo tanto, ellos no necesitan hacer ningún plan a largo plazo. Los escritos del apóstol Pablo con respecto a la vida cristiana necesaria para la vida de iglesia comienzan con el libro de Romanos y concluyen con estas dos epístolas.