Aunque Jeremías no fue afligido por Dios, él era uno con el pueblo que Dios afligió. Por tanto, en sus sentimientos, en su conmiseración por ellos, él sufría la misma clase de aflicción. Esto indica que un siervo del Señor tiene que aprender a identificarse con el pueblo de Dios, cualquiera que sea la situación de éste, especialmente si es una situación en la que ellos sufren aflicción (cfr. 2 Co. 11:29).