Parte de la harina y del aceite de la ofrenda de harina así como todo el olíbano de la misma, servía de alimento para Dios (vs. 9, 16). Esto significa que una porción considerable de la vida de Cristo —una vida excelente, perfecta, llena del Espíritu y saturada de la resurrección— es ofrecida a Dios como alimento para Su disfrute. Esta porción satisface tanto a Dios que se convierte en un memorial. El resto de la ofrenda, que consiste de la flor de harina y el aceite sin el olíbano, era alimento de los sacerdotes que servían (vs. 3, 10).
Mientras que el holocausto sirve de alimento a Dios para Su satisfacción (Nm. 28:2), la ofrenda de harina es nuestro alimento para nuestra satisfacción, de cuya porción también compartimos con Dios. La adoración apropiada consiste en satisfacer a Dios con Cristo como holocausto y en ser satisfechos con Cristo como ofrenda de harina, satisfacción que compartimos con Dios (cfr. Jn. 4:24 y la nota 4).