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Capítulos de libros «La Primera Epístola de Pedro»
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  • Se refiere a 1 P. 2:18.

  • La palabra de Dios (1 P. 1:23, 25; Ro. 10:8; Ef. 1:13).

  • O, casta; en el griego es un término derivado de la misma raíz de la palabra santas del v. 5 y santo en 1 P. 1:15. La manera de vivir pura y casta debe de ser la santa manera de vivir (1 P. 1:15), la excelente manera de vivir (1 P. 2:12) y la buena conducta (v. 16).

  • En temor modifica a conducta pura.

  • Véase la nota 1 P. 1:174d.

  • Dios dispuso que el cabello de las mujeres fuera la gloria de ellas y una señal de sumisión (1 Co. 11:15; Cnt. 4:1; 6:5; 7:5). Sin embargo, muchas mujeres, especialmente las que llevaban la vida lujosa y corrupta característica del Imperio romano en los tiempos de esta epístola, usaban el cabello indebidamente para embellecer su carne llena de concupiscencia, adornándolo de modo extravagante con oro y otros artículos costosos. Las esposas cristianas, como mujeres santas, deben abstenerse totalmente de esta práctica que Dios condena.

  • El hombre interior escondido en el corazón tiene el incorruptible ornato de un espíritu manso y sosegado. Esto indica que el espíritu manso y sosegado que está en nosotros es el hombre interior escondido en nuestro corazón. Nuestro corazón está compuesto de todas las partes de nuestra alma —la mente, la parte emotiva y la voluntad— y de la parte principal de nuestro espíritu: la conciencia (He. 4:12). Nuestro espíritu está en el centro de todo esto; por eso, nuestro espíritu es el hombre interior escondido en nuestro corazón. Como esposas, el atavío que las hermanas en el Señor tienen ante Dios debe ser su propio ser interior: el hombre escondido en su corazón, ataviado de un espíritu manso y sosegado. Este atavío espiritual es de alta estima delante de Dios y es incorruptible, no como los atavíos materiales de peinados ostentosos, de adornos de oro y de vestidos, todo lo cual es corruptible.

  • Lit., susto, agitación nerviosa.

  • Lit., según conocimiento. Es decir, de una manera inteligente y razonable, gobernada por el conocimiento humano y espiritual que reconoce el carácter de la relación matrimonial y la debilidad de la mujer, y no gobernada por pasión ni emoción alguna.

  • La palabra griega traducida dando, significa repartir; por ende, dar. La palabra traducida honor significa preciosidad, valor inestimable. Los maridos deben valorar la preciosidad, el valor inestimable, de las esposas, y asignarles, darles, honor a ellas de manera debida y razonable, como a coherederas de la gracia de la vida.

  • El hombre, quien incluye a la mujer, fue hecho como un vaso para contener a Dios (Ro. 9:21, 23), y los que creen en Cristo son vasos destinados a contener a Cristo, el tesoro (2 Co. 4:7). Si bien las esposas, como vasos femeninos, son más frágiles, por ser vasos del Señor pueden ser vasos para honra (2 Ti. 2:21).

  • La mujer por naturaleza, dentro de la obra creadora de Dios, es más frágil que el hombre tanto física como psicológicamente.

  • La gracia de la vida es Dios como vida y como provisión de vida para nosotros en Su Trinidad: el Padre es la fuente de la vida, el Hijo es el cauce de la vida y el Espíritu es el fluir de la vida, y fluye dentro de nosotros, junto con el Hijo y el Padre, como gracia para nosotros (1 Jn. 5:11-12; Jn. 7:38-39; Ap. 22:1). Todos los creyentes son herederos de esta gracia. Véase la nota 1 P. 1:42a.

  • El tiempo del participio griego indica bendiciendo siempre.

  • Hemos sido llamados a bendecir a los demás; así que nosotros, un pueblo bendito, siempre debemos bendecir a los demás para poder heredar bendición. Vamos a heredar la bendición con la cual bendecimos a otros (Mt. 10:13).

  • Los días buenos son los días de lo bueno, refiriéndose a las cosas buenas como bendiciones.

  • Si los perseguidores consiguen amedrentarnos y conturbarnos (vs. 13-14), parecerá que no tenemos al Señor en nuestros corazones. Así que, al sufrir persecución debemos mostrar a otros que tenemos a Cristo como Señor en nuestro ser. Esto lo santifica, lo separa, de los otros dioses, y no lo degrada como si fuera semejante a los ídolos sin vida.

  • La esperanza viva de que habremos de heredar la vida eterna. Véase la nota 1 P. 1:36 y la nota 1 P. 1:42a.

  • Un temor reverente. Véase la nota 1 P. 1:174d.

  • Puesto que la conciencia forma parte de nuestro espíritu humano (Ro. 9:1; 8:16), atender a nuestra conciencia es cuidar de nuestro espíritu delante de Dios.

  • La buena conducta del cristiano debe ser la de alguien que está en Cristo, la cual consiste en vivir, llevar una vida diaria, en el Espíritu. Esto es más elevado que llevar una vida simplemente ética y moral.

  • Pecados aquí y en 1 P. 2:24, 1 Co. 15:3 y He. 9:28 se refiere a los pecados que cometemos en nuestra conducta externa, mientras que pecado en 2 Co. 5:21 y He. 9:26 se refiere al pecado inherente a la naturaleza con que nacimos. Cristo murió por nuestros pecados y los llevó sobre la cruz, para que fueran perdonados por Dios, pero fue hecho pecado y quitó el pecado del mundo para que el problema representado por nuestro pecado fuera solucionado. Pedro no enfocó primero el pecado inherente a nuestra naturaleza, sino los pecados de nuestra conducta, de nuestra manera de vivir (v. 16). En este libro se recalca que la muerte de Cristo nos redimió de la vana manera de vivir que heredamos (1 P. 1:18-19).

  • Esto indica que Cristo murió para efectuar la redención, no para ser un mártir. En la cruz Él fue nuestro substituto y llevó nuestros pecados; el Dios justo, conforme a Su justicia, lo juzgó a Él, el Justo, por nosotros, los injustos, para que Él quitara la barrera representada por nuestros pecados y nos llevara a Dios. Él hizo esto para redimirnos de nuestros pecados y hacernos volver a Dios, para redimirnos de nuestra conducta injusta y llevarnos al Dios justo.

  • No se refiere al Espíritu Santo, sino al Espíritu como esencia divina de Cristo (Mr. 2:8; Lc. 23:46). La crucifixión puso fin solamente a la carne de Cristo —la cual Él había recibido mediante la encarnación (Jn. 1:14)— no a Su Espíritu, Su divinidad. No murió Su Espíritu en la cruz cuando Su carne murió, sino que fue avivado, vivificado, con un nuevo poder de vida, de tal modo que en este Espíritu fortalecido, en Su divinidad, Cristo hizo una proclamación ante los ángeles caídos después de Su muerte en la carne y antes de Su resurrección.

  • Se refiere al Espíritu mencionado en el v. 18, lo cual indica y demuestra que después de morir en la carne, Cristo seguía activo en este Espíritu.

  • No predicó las buenas nuevas, sino que proclamó la victoria que Dios obtuvo, es decir, proclamó que por la muerte de Cristo en la cruz Dios destruyó a Satanás y su poder de tinieblas (He. 2:14; Col. 2:15).

  • A través de los siglos, notables maestros de diferentes escuelas han sostenido varias interpretaciones con respecto a la frase los espíritus que estaban en prisión. La más aceptable según las Escrituras es la siguiente: aquí los espíritus no se refiere a los espíritus incorpóreos de los seres humanos que después de muertos estaban retenidos en el Hades, sino a los ángeles (los ángeles son espíritus, He. 1:14) que cayeron por su desobediencia en los tiempos de Noé (v. 20 y Estudio-vida de Génesis, mensaje 27) y que están encarcelados en fosas de oscuridad en espera del juicio del gran día (2 P. 2:4-5; Jud. 1:6). Cristo, después de morir en la carne, fue en Su Espíritu viviente (probablemente fue a los abismos, Ro. 10:7) a estos ángeles rebeldes para proclamar, quizás, la victoria que Dios obtuvo mediante Su encarnación en Cristo y por la muerte de Cristo en la carne, una victoria sobre las estratagemas de Satanás cuyo fin era trastornar el plan divino.

  • Se refiere a un lugar llamado Tártaro, las fosas profundas y oscuras (2 P. 2:4 y Jud. 1:6), donde están encarcelados los ángeles caídos.

  • No se refiere a seres humanos, sino a ángeles, a diferencia de las ocho almas.

  • “La palabra griega significa ‘llegar a salvo a un lugar seguro después de pasar por dificultades o peligros’, como en Hch. 27:44 ” (Darby).

  • El agua fue el medio a través del cual fue realizada la salvación. El arca salvó a Noé y a su familia del juicio de Dios, la destrucción del mundo por medio del diluvio. Y el agua los salvó de la generación corrupta y los apartó para una nueva era, tal como el agua del mar Rojo lo hizo en el caso de los hijos de Israel (Éx. 14:22, 29; 1 Co. 10:1-2) y el agua del bautismo en el caso de los creyentes neotestamentarios (v. 21).

  • Se refiere al agua mencionada en el versículo precedente, de la cual el agua del bautismo constituye el antitipo, o sea la figura que corresponde al tipo del Antiguo Testamento. Esto indica que el paso de Noé y su familia por el diluvio en el arca tipificaba nuestro paso por el bautismo. El agua del diluvio los libró de la vieja manera de vivir y los llevó a un nuevo entorno; del mismo modo, el agua del bautismo nos libra de la vana manera de vivir que heredamos y nos lleva a vivir en resurrección en Cristo. Éste es el punto principal de este libro. Cristo nos redimió con este fin (1 P. 1:18-19). La redención fue efectuada por Cristo mediante Su muerte y fue aceptada y aplicada a nosotros en el bautismo, por el Espíritu, mediante la resurrección de Cristo. Ahora debemos andar diariamente en el Espíritu del Cristo resucitado; debemos andar de tal manera que vivamos a Cristo en resurrección por medio del poder de vida de Su Espíritu (Ro. 6:4-5). Ésta es una nueva y excelente manera de vivir que glorifica a Dios (1 P. 2:12).

  • En aposición con antitipo.

  • El bautismo por sí solo no quita, ni puede quitar, las inmundicias de nuestra carne: la suciedad de nuestra naturaleza caída y la contaminación de los deseos carnales. La enseñanza errónea que afirma que una persona es salva por el bautismo, basada en este versículo y en Mr. 16:16 y Hch. 22:16, es corregida aquí. El bautismo es solamente una figura; su realidad es Cristo en resurección como Espíritu vivificante, quien nos aplica todo lo que Cristo logró en Su crucifixión y en Su resurrección, de modo que estas cosas lleguen a ser reales para nosotros en nuestra vida diaria.

  • La palabra griega denota una pregunta, una indagación. Su significado es muy discutido. El significado correcto parece ser el que Alford explica: “Buscar a Dios con una conciencia buena y pura”. Esto es lo que gobierna la vida cristiana adecuada. Esta clase de pregunta en la cual se pide algo puede considerarse una súplica o una exigencia. El pensamiento de Pedro aquí parece ser que el bautismo representa una súplica a Dios de parte del que es bautizado, una súplica en la que se pide una buena conciencia hacia Dios. El bautismo, como símbolo y complemento de nuestra fe en todo lo que Cristo ha logrado, da testimonio de que todos los problemas que teníamos ante Dios y con Dios han sido solucionados. Por consiguiente, también da testimonio de que nuestra conciencia está libre de acusación y de que nosotros estamos llenos de paz y tenemos la confianza de haber sido bautizados en el Dios Triuno (Mt. 28:19) y de haber sido unidos orgánicamente con Él por medio de la resurrección de Cristo, es decir, por Cristo en resurrección como Espíritu de vida. Si el bautismo por agua no tiene el Espíritu de Cristo como realidad, automáticamente se convierte en un rito vacío y muerto.

  • Estas palabras adicionales no solamente nos revelan de manera más amplia el resultado glorioso de los sufrimientos de Cristo, es decir, Su exaltación después de Su resurrección y la posición elevada y honorable que Él ahora ocupa en los cielos a la diestra de Dios, sino que también denotan cuán gloriosa y honorable es la unión orgánica que ahora tenemos con Él por medio del bautismo, dado que fuimos bautizados en Él (Ro. 6:3; Gá. 3:27).

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