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Capítulos de libros «Levítico»
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  • El año sabático era un descanso para Dios, el hombre y la tierra. Tanto el Sábado como el año sabático se refieren a Cristo. El año sabático denota a Cristo en Su plenitud como nuestro reposo. El Sábado beneficiaba al hombre un día cada semana, y el año sabático beneficiaba a la tierra un año entero cada siete años; ambos significan que Cristo es la esfera de pleno reposo con miras a que lo disfrutemos como nuestro reposo plenamente. Véase la nota He. 4:91.

  • No sembrar, podar, segar ni vendimiar (vs. 4-5) significa que el reposo procede única e íntegramente de la gracia y que toda labor humana deberá cesar completamente (Mt. 11:28-30).

  • En el séptimo año el producto de la tierra pertenecía a todos. Que lo producido por la tierra en el año sabático alimentase a toda clase de persona, incluso al ganado y los animales (vs. 6-7), significa que se trata absolutamente de gracia para con todos, sin importar nuestro estatus.

  • Los cincuenta años que consumaban en el jubileo incluían ocho años sabáticos (el año del jubileo también era año sabático, vs. 11-12) que, como la acumulación de un Sábado a otro, llegaban a un Sábado óctuple, el cual representa la superabundancia de la plenitud del reposo de Dios que nos satisface. Además, tanto el primero como el último año de este período de cincuenta años eran años octavos, y dentro de este período había seis años octavos, con lo cual había un total de ocho años octavos. Puesto que el número ocho significa resurrección (Jn. 20:1), esto indica que el jubileo íntegramente procede de la resurrección, redunda en resurrección, está en resurrección y acompaña la resurrección.

  • Que se hiciera tocar el cuerno de carnero el Día de la Expiación del año cuarenta y nueve, significa que el jubileo se basaba en la expiación efectuada por el pecado (véase el cap. 16) para proclamar plena libertad a todas las gentes (v. 10). Esta tipología se cumplió mediante la plena redención efectuada por Cristo como base para la proclamación de plena libertad a todo el linaje humano (cfr. Mr. 16:15; Lc. 24:47).

  • Que el jubileo se celebrara en el año cincuenta (vs. 10-11) significa que la plena responsabilidad (tipificada por el número cincuenta) de cumplir con todos los requerimientos de Dios ya fue asumida por Dios mismo, de modo que el hombre no tiene que asumir responsabilidad alguna. Los cincuenta años también representan el curso entero de la vida humana caída; por tanto, el año del jubileo, el año cincuenta, representa la conclusión de nuestra vida humana caída.

    El año del jubileo es el año agradable del Señor profetizado en Is. 61:1-2 y cuyo cumplimiento ocurrió al venir el Señor según se relata en Lc. 4:16-22. En la tipología del Antiguo Testamento, el jubileo duraba un año, pero en su cumplimiento se refiere a toda la era del Nuevo Testamento, la era de la gracia, por ser éste el tiempo en el que Dios acepta a todos los cautivos del pecado que retornan a Él (Is. 49:8; Lc. 15:17-24; 2 Co. 6:2) y el tiempo en que los oprimidos por la esclavitud del pecado disfrutan de la liberación propia de la salvación provista por Dios (Ro. 7:14-25; 8:1-2). El disfrute que los creyentes tengan del jubileo en la era de la gracia, es decir, su disfrute de Cristo como la gracia que Dios les dio, consumará en el pleno disfrute del jubileo en el milenio y en el disfrute más pleno aún en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva.

  • En el año del jubileo todo el que había vendido su propiedad, la porción que le fue asignada de la buena tierra, la recuperaba sin tener que pagar nada para redimirla (vs. 10, 13, 28), y todo el que se había vendido como esclavo recuperaba su libertad y volvía a reunirse con su familia (vs. 39-41). El hecho de que uno volviera a su posesión y fuese liberado para volver a su familia significa que en el jubileo neotestamentario los creyentes vuelven a Dios mismo —la posesión divina que habían perdido—, son liberados de toda esclavitud y regresan a la iglesia, su familia divina.

    A cada familia israelita se le asignó una porción de la buena tierra. Después que los hijos de Israel recibieron su porción de la buena tierra, algunos empobrecieron y vendieron la parcela que les había sido asignada (v. 25a), perdiendo así su posesión, su herencia. Otros empobrecieron tanto que incluso se vendían como esclavos (v. 39a), con lo cual perdían su libertad y eran separados de su familia. La buena tierra de Canaán tipifica al Dios Triuno corporificado en Cristo (Col. 2:9) y hecho real para nosotros como Espíritu vivificante y todo-inclusivo (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17; Gá. 3:14), el cual es la porción asignada de los santos (véase la nota Dt. 8:71). Cuando Dios creó al hombre, Su intención era que Él mismo, en Cristo, pudiera entregarse al hombre para ser su posesión, su herencia (Gn. 2:9; 13:12-15; Sal. 16:5; 90:1). Pero el hombre cayó y, en la caída, dejó de tener a Dios como posesión suya (Gn. 3:24; 4:16; Ef. 2:12) y se vendió a sí mismo en esclavitud para ser regido por el pecado, Satanás y el mundo (Jn. 8:34; Ro. 7:14b; Gá. 4:8; Tit. 3:3; 1 Jn. 5:19b). La salvación neotestamentaria de Dios, lograda por la gracia de Dios con base en la redención que Él efectuó en Cristo (Ro. 3:24; 5:1-2; Ef. 2:8), lleva al hombre caído de regreso a Dios, quien es su posesión divina (Hch. 26:18; Gá. 3:14; Ef. 1:14; Col. 1:12; Lc. 15:12-24), libera al hombre de la esclavitud del pecado, Satanás y el mundo (Jn. 8:32; Ro. 6:6, 14; 8:2; He. 2:14-15; Jn. 12:31), y hace que el hombre vuelva a reunirse con su familia divina, la familia de Dios (Gá. 6:10; Ef. 2:19), para que disfrute de comunión en la gracia de Dios (2 Co. 13:14).

    En la era actual, todo el linaje de Israel se ha empobrecido y ha perdido la tierra de Canaán. Cuando el Señor venga por segunda vez, el milenio será un jubileo para Israel, pues ellos volverán a poseer la porción que les fue asignada por Dios (Is. 61:1-2 y las notas).

  • Esta palabra posiblemente se relacione con la palabra carnero; significa tiempo de dar gritos o tiempo de hacer tocar el cuerno de carnero. Hacer tocar el cuerno de carnero representa la predicación del evangelio en que la libertad propia del jubileo neotestamentario es anunciada a todos los pecadores que estaban vendidos al pecado (Lc. 4:18-19; Hch. 26:17-18), haciendo posible que ellos vuelvan a Dios y a la familia de Dios y se regocijen dando gritos al disfrutar de la salvación provista por Dios.

  • Que durante el año del jubileo no se siembre, siegue ni vendimie (vs. 11-12) significa que en el jubileo provisto por Dios no hay necesidad de ninguna labor humana. Este tiempo es un completo reposo para el hombre, y es Dios quien asume toda responsabilidad.

  • Esto significa que la suficiente gracia de Dios excede nuestra necesidad de forma triple. En el año sabático, los productos de la tierra, no la tenencia de la misma, eran de propiedad común a fin de ser disfrutados por todos (vs. 6-7). Con este propósito Dios bendecía la tierra para que produjera el triple de alimentos. Esta práctica de guardar el año sabático introduce al pueblo de Dios en el jubileo (vs. 8-17).

  • Si nos debilitamos o descarriamos después de ser salvos, perderemos temporalmente el disfrute de Cristo como nuestra posesión divina y nuevamente podríamos ser esclavizados por el pecado, Satanás y el mundo. Que la tierra perteneciera a Dios y no pudiera ser vendida a perpetuidad significa que nuestra posesión divina le pertenece a Dios, y no podemos perderla para siempre. Ella está resguardada por la gracia de Dios (cfr. Ro. 11). Es posible ser derrotados, incluso al punto de tener que ser disciplinados durante el milenio, pero no es posible perder permanentemente nuestro derecho de propiedad espiritual sobre nuestra posesión divina (cfr. 1 Co. 3:15). Después del milenio, a los creyentes que fueron disciplinados se les devolverá la posesión divina a la que tienen derecho, especialmente en el cielo nuevo y la tierra nueva, a fin de que disfruten de la bendición que es la Nueva Jerusalén. Es por la gracia de Dios que nos será devuelta nuestra posesión divina por la eternidad.

  • Los vs. 24-28 hablan de la redención de la tierra que fue vendida. La redención de la tierra efectuada por el pariente más cercano (v. 25) significa que en Adán empobrecimos y vendimos nuestra posesión, y que el Señor Jesús, nuestro pariente más cercano, ha venido como nuestro Redentor a fin de redimir para nosotros aquello que vendimos (cfr. Rt. 3; Rt. 4). La redención de la tierra efectuada por la persona que la vendió, ya que no tiene a nadie que la redima por él (vs. 26-27), significa que los hijos de Israel, al no reconocer al Señor Jesús como su pariente más cercano (Jn. 1:11), se han puesto en la posición de tener que asumir la responsabilidad por su redención en cuanto puedan hacerlo. Sin embargo, hasta hoy ellos no han podido hacerlo y, en realidad, jamás podrán hacerlo. Cuando el Señor Jesús retorne, le reconocerán como su pariente (Zac. 12:10) y, entonces, ellos serán redimidos por Él. No poseer los medios suficientes como para redimir su posesión y tener que esperar hasta el año del jubileo, cuando el que había vendido la tierra volvía a su posesión (v. 28), significa que nos era imposible redimir lo que perdimos hasta que vino el jubileo del Nuevo Testamento, cuando todo lo que perdimos nos es entregado en posesión. Véase la nota Lv. 25:102.

  • Las casas edificadas en la tierra y dentro de las ciudades amuralladas tipifican a la iglesia edificada sobre Cristo y expresada como iglesias locales en muchas ciudades (Mt. 16:18; Ap. 1:11). Que el tiempo para redimir tales casas sea limitado a un año después de la venta (vs. 29-30) significa que un creyente que haya perdido el disfrute de la vida de iglesia podrá ser restaurado únicamente dentro de un breve período de tiempo delimitado por la gracia de Dios, como lo indica el plazo de un año. Si el disfrute de la vida de iglesia no le es restaurado a este creyente durante la era de la iglesia, la era de la gracia, no lo recuperará durante el milenio, la era del reino. Esto concuerda con el principio de quitarle al que no tiene (Mt. 25:29). Por último, en la Nueva Jerusalén, el disfrute de la vida del Cuerpo de Cristo les será restaurado a los creyentes derrotados después que éstos hayan sido disciplinados en el milenio. Véase la nota Lv. 25:231.

    Perder el disfrute de la vida de iglesia es más grave que perder el disfrute de Cristo. Debido a que el Señor es bondadoso, es fácil para nosotros recobrar nuestro disfrute de Su persona. Sin embargo, es más difícil y requiere más tiempo recuperar el disfrute de la vida de iglesia. Esto debe servirnos de advertencia para no “vender” la vida de iglesia.

  • Esto significa que en un lugar donde se reúnan algunos creyentes que no podrían ser considerados una iglesia, será posible restaurarles su disfrute de Cristo.

  • Que los levitas (los servidores) tengan derecho permanente a redimir sus casas (vs. 32-33) significa que si alguno de los creyentes que está apropiadamente comprometido con el servicio a Dios en la iglesia sufriera alguna pérdida en cuanto a su disfrute de la vida de iglesia, éste le podrá ser restaurado sin que para ello haya límite de tiempo.

  • Que los campos que los levitas poseían en los ejidos de sus ciudades les pertenecieran de manera permanente y no fueran vendidos significa que los creyentes que estén apropiadamente comprometidos con el servicio a Dios en la iglesia no perderán permanentemente su disfrute de Cristo. Cfr. la nota Lv. 25:231.

  • Las normas relacionadas con el jubileo, especificadas en los vs. 35-55, pueden aplicarse a las relaciones personales entre los santos, los hermanos, en la vida de iglesia. Para vivir juntos en la vida de iglesia con el propósito de edificar el Cuerpo de Cristo, es necesario que manifestemos el debido cuidado por todos los santos.

  • Lit., su mano flaquea. El hermano de los israelitas que empobrecía y no podía ganar su propio sustento representa a un hermano creyente que empobrece espiritualmente al punto de no poder cuidar de sí mismo. Según la tipología presentada en los vs. 35-37, debemos ayudar al hermano cuyo espíritu es debilitado, sin aprovecharnos de él. Debemos cuidar de él en amor de tal manera que viva delante del Señor como nosotros (cfr. Gá. 6:1; Jac. 5:19-20).

  • La norma especificada en los vs. 39-43 significa que si un hermano empobrece espiritualmente y está en deuda con nosotros, no debemos ser severos con él ni considerarlo nuestro esclavo, sino que debemos considerarlo nuestro ayudante hasta que sea avivado por la gracia de Dios (la llegada del jubileo), tiempo en el cual será liberado. Al brindar cuidado espiritual a otros, debemos tener la motivación, el espíritu y la actitud apropiados (cfr. Mt. 20:28; 2 Co. 4:5; Gá. 6:1).

  • Según los vs. 44-46, al pueblo de Dios le era permitido adquirir esclavos y esclavas de entre las naciones y los extranjeros, a quienes podían considerar como posesión suya; pero no les era permitido tomar esclavos de entre los propios israelitas. Esto significa que no debiéramos tratar a los creyentes, nuestros parientes espirituales, nuestros hermanos, como tratamos a los de afuera.

  • En los vs. 47-49 vemos que un hermano israelita que se hubiera vendido como esclavo a un forastero o extranjero podía ser redimido por su hermano, por su tío, por cualquiera de sus parientes cercanos o por sí mismo si tuviera los medios; esto significa que debemos ayudar a un hermano que (a causa de alguna ofensa) hubiera contraído una deuda espiritual con los de afuera, de tal modo que este hermano sea liberado de su deuda o pueda liberarse por sí mismo. Que el precio de venta o el monto del reembolso para redención fuese calculado según el número de años que faltaban para el jubileo (vs. 50-53), significa que nuestra liberación de la esclavitud guarda relación con la gracia de Dios y se basa en ella. El que fue vendido y no pudiera ser redimido por ninguno de estos medios era liberado en el año del jubileo (v. 54); esto significa que podemos ser liberados de nuestra esclavitud completamente por la gracia de Dios. No necesitamos contar con otros medios.

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