En el año del jubileo todo el que había vendido su propiedad, la porción que le fue asignada de la buena tierra, la recuperaba sin tener que pagar nada para redimirla (vs. 10, 13, 28), y todo el que se había vendido como esclavo recuperaba su libertad y volvía a reunirse con su familia (vs. 39-41). El hecho de que uno volviera a su posesión y fuese liberado para volver a su familia significa que en el jubileo neotestamentario los creyentes vuelven a Dios mismo —la posesión divina que habían perdido—, son liberados de toda esclavitud y regresan a la iglesia, su familia divina.
A cada familia israelita se le asignó una porción de la buena tierra. Después que los hijos de Israel recibieron su porción de la buena tierra, algunos empobrecieron y vendieron la parcela que les había sido asignada (v. 25a), perdiendo así su posesión, su herencia. Otros empobrecieron tanto que incluso se vendían como esclavos (v. 39a), con lo cual perdían su libertad y eran separados de su familia. La buena tierra de Canaán tipifica al Dios Triuno corporificado en Cristo (Col. 2:9) y hecho real para nosotros como Espíritu vivificante y todo-inclusivo (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17; Gá. 3:14), el cual es la porción asignada de los santos (véase la nota Dt. 8:71). Cuando Dios creó al hombre, Su intención era que Él mismo, en Cristo, pudiera entregarse al hombre para ser su posesión, su herencia (Gn. 2:9; 13:12-15; Sal. 16:5; 90:1). Pero el hombre cayó y, en la caída, dejó de tener a Dios como posesión suya (Gn. 3:24; 4:16; Ef. 2:12) y se vendió a sí mismo en esclavitud para ser regido por el pecado, Satanás y el mundo (Jn. 8:34; Ro. 7:14b; Gá. 4:8; Tit. 3:3; 1 Jn. 5:19b). La salvación neotestamentaria de Dios, lograda por la gracia de Dios con base en la redención que Él efectuó en Cristo (Ro. 3:24; 5:1-2; Ef. 2:8), lleva al hombre caído de regreso a Dios, quien es su posesión divina (Hch. 26:18; Gá. 3:14; Ef. 1:14; Col. 1:12; Lc. 15:12-24), libera al hombre de la esclavitud del pecado, Satanás y el mundo (Jn. 8:32; Ro. 6:6, 14; 8:2; He. 2:14-15; Jn. 12:31), y hace que el hombre vuelva a reunirse con su familia divina, la familia de Dios (Gá. 6:10; Ef. 2:19), para que disfrute de comunión en la gracia de Dios (2 Co. 13:14).
En la era actual, todo el linaje de Israel se ha empobrecido y ha perdido la tierra de Canaán. Cuando el Señor venga por segunda vez, el milenio será un jubileo para Israel, pues ellos volverán a poseer la porción que les fue asignada por Dios (Is. 61:1-2 y las notas).