Que Moisés ungiera el tabernáculo, el altar y el lavacro, con todos sus utensilios, para santificarlos (vs. 10-11) significa que Cristo y la iglesia (el tabernáculo), la cruz (el altar) y el lavamiento del Espíritu (el lavacro) están vinculados al sacerdocio neotestamentario con miras a la santificación de los sacerdotes. Véase la nota Éx. 25:92b, la nota Éx. 27:11b y la nota Éx. 30:181a.
La unción trae al Dios Triuno —a quien se añadieron como componentes la humanidad de Cristo, Su vivir humano, Su muerte, Su resurrección y Su ascensión— a los sacerdotes y a la vida de iglesia. Esto indica claramente que la unción del sacerdocio tiene como finalidad hacer que Dios sea uno con nosotros, pues la unción significa que todo cuanto Dios es, así como todo cuanto Él hace y hará, llega a ser nuestro (véase la nota Éx. 30:251 y la nota Éx. 30:261a). En la consagración de los sacerdotes, la ofrenda por el pecado y el holocausto venían inmediatamente después de la unción (vs. 14-21). Estas ofrendas nos recuerdan quiénes somos, qué somos, y qué debemos ser pero no somos todavía. Véase la nota Lv. 10:141 y Lv. 10:18*1.