Siempre que tenemos consideración por el nombre de Dios y lo amamos, lo estimamos, lo respetamos y lo santificamos, Dios mantiene constancia de ello en Su libro de memorias.

Siempre que tenemos consideración por el nombre de Dios y lo amamos, lo estimamos, lo respetamos y lo santificamos, Dios mantiene constancia de ello en Su libro de memorias.
El uso de esta palabra indica que los hijos de Israel adoraban a Dios y le servían, pero lo hacían lamentándose, en lugar de estar felices de que se les exigiera hacer estas cosas.
Robarle a Dios es no darle lo que se le debe. Dios estableció el siguiente principio: de todo lo producido por la tierra, un décimo (el diezmo), el décimo más excelente, debía ser destinado para Él (Lv. 27:30).
La preocupación que aquí Jehová manifiesta por el extranjero indica que Jehová como Cristo es alguien muy humano y que Él no está contento cuando Su pueblo maltrata a un extranjero en lugar de ser hospitalarios con él.
Cristo también vendrá para refinar y purificar a los hijos de Leví, principalmente a los sacerdotes, al venir como fuego de fundidor y jabón de bataneros, de modo que ellos puedan ofrecer a Dios el sacrificio apropiado (vs. 2-4). En el milenio, los judíos arrepentidos que hayan sido regenerados mediante el nuevo pacto serán los sacerdotes que atenderán a todas las naciones (Is. 2:2-3; Zac. 8:20-23). Para esto, ellos tendrán necesidad de ser refinados y purificados en gran manera. Por tanto, en Su segunda venida, Cristo renovará a Israel, lo santificará y lo transformará para que ellos sean Sus sacerdotes refinados y purificados.
Cfr. Hag. 2:7 y la nota.
O, Mensajero. La súbita venida de Cristo como Ángel del pacto tendrá por finalidad hacer cumplir con respecto a Israel el pacto que Él promulgó mediante Su muerte (Mt. 26:28). En Su primera venida, Cristo vino a la manera de un Ángel, esto es, como un servidor (cfr. He. 1:14), a fin de servir a Dios dando forma al nuevo testamento (Mr. 10:45). Cuando Él estableció Su mesa la noche en que fue traicionado, Él promulgó el nuevo pacto (Lc. 22:20), pacto según el cual Dios está obligado a perdonar nuestros pecados e impartirse en nuestro ser para ser nuestra vida, nuestra ley de vida y nuestro todo —como nuestro contenido interior— a fin de que podamos vivirle (Jer. 31:31-34; He. 8:8-12). Cristo, el Ángel del pacto, cumple en resurrección el nuevo pacto como Aquel que es el fiador de dicho pacto (He. 7:22), haciéndolo real para nosotros al darnos la certeza de que nuestros pecados han sido perdonados y al impartir a nuestro ser las riquezas del Dios Triuno, quien nos ha sido legado. Véase la nota Jer. 31:311a, la nota Jer. 31:331 y la nota Jer. 31:332d.
Aunque el Señor Jesús promulgó el nuevo pacto hace unos dos mil años atrás, en términos generales el pueblo judío no se ha beneficiado del mismo. En lugar de ello, el beneficio ha sido para los gentiles. Sin embargo, cuando Cristo regrese, Él vendrá como Ángel del pacto a fin de cumplir Su pacto en los judíos que se arrepintieron y creyeron. En ese tiempo, ellos llegarán a ser beneficiarios del nuevo pacto.
Heb. malaquí. En primer lugar, esta profecía sobre la venida del mensajero de Jehová fue cumplida al venir el profeta Malaquías, quien tipifica a Cristo como Aquel que viene. En segundo lugar, esta profecía se cumplió en la primera venida de Cristo con Juan el Bautista, un precursor de Cristo (Is. 40:3-5; Mt. 11:7-13). En Su primera venida, Cristo vino como el Mensajero e, incluso, como el mensaje enviado por Dios. Cristo, como Mensajero de Dios, no sólo trae al pueblo de Dios una palabra o un mensaje de parte de Dios, sino que Él mismo es el mensaje viviente. Esto es demostrado por los cuatro Evangelios, que son una presentación completa y perfecta de Cristo como el mensaje viviente enviado por Dios a Su pueblo escogido (véase la nota He. 1:22a). Cristo, como Mensajero de Dios, vino a corregir, refinar y purificar a los sacerdotes. En los Evangelios, el Señor Jesús con frecuencia reprendía a los sacerdotes. En tercer lugar, esta profecía se cumplirá en la segunda venida de Cristo con Elías, un precursor de Cristo (Mal. 4:5 y la nota 1).
El día de la ira de Dios, esto es, el día de Jehová. Véase la nota Jl. 1:151a.