Esto es según la Septuaginta. El texto hebreo dice: los señores de las alturas del Arnón.
Esto es según la Septuaginta. El texto hebreo dice: los señores de las alturas del Arnón.
Esto es según la Septuaginta. El texto hebreo dice: la cual.
Basán, mencionado en Sal. 22:12; 68:15, 22; 135:11 y Sal. 136:20, es un monte que se levanta en oposición a la morada de Dios. Por tanto, Basán tipifica la autoridad satánica en los aires. Véase la nota Nm. 21:11a.
Véase la nota Nm. 21:11a.
Quienes van en pos del Espíritu y toman la delantera de cavar el pozo son nobles y líderes.
Que significa un pozo. La roca en 20:8 y Éx. 17:5-6 tipifica al Cristo que fue crucificado (herido) en la cruz por Dios a fin de que el agua viva, el Espíritu consumado del Dios Triuno procesado, fluyera infundiéndose en nuestro ser, mientras que el pozo en Beer tipifica al Cristo que ya está dentro de nosotros (Jn. 4:11-12, 14). Cavar el pozo (v. 18) significa excavar para extraer el “lodo”, las barreras que están en nuestro corazón —en nuestra mente, parte emotiva, voluntad y conciencia—, de modo que el Espíritu, el agua viva, brote desde nuestro interior y fluya libremente.
El bronce representa juicio. La serpiente de bronce tipifica al Señor Jesús, quien fue crucificado en la semejanza de carne de pecado como nuestro Sustituto y Reemplazo para que nosotros podamos “mirarle” (creer en Él) y obtener la vida eterna (Jn. 3:14-15 y las notas; Ro. 8:3 y la nota 3).
O, bandera. Así también en el v. 9. Aquí el asta, o bandera, representa la cruz de Cristo.
O, despreciable, sin valor.
Lit., se acortó el alma del pueblo. En el cap. 20 era justificable que los hijos de Israel disputasen por agua debido a que tenían sed; pero en este capítulo tales contiendas no eran justificadas, pues eran motivadas por la impaciencia del pueblo. Dios no castigó al pueblo en el cap. 20, pero sí lo hizo en este capítulo.
Que significa dedicado (a destrucción).
Los reyes de Arad, de los amorreos (v. 21) y de Basán (v. 33) eran los “guardianes de la entrada” al este del Jordán, quienes vigilaban la tierra de Canaán, el reino de las tinieblas, en pro de Satanás. Para entrar en la buena tierra, los hijos de Israel tenían que pasar por territorio controlado por estos reyes y, por ende, debían combatirlos, destruirlos y conquistar su territorio. Esto significa que para disfrutar al Cristo inescrutablemente rico, la iglesia tiene que derrotar a los enemigos que estos reyes representan y conquistar su territorio. Véase la nota Nm. 21:11a.
En la tipología del Antiguo Testamento, Canaán tiene dos aspectos: por el lado positivo, Canaán, una tierra llena de riquezas (Dt. 8:7-10 y la nota Dt. 8:71), tipifica al Cristo todo-inclusivo con Sus riquezas inescrutables (Col. 1:12; Ef. 3:8), y por el lado negativo, Canaán representa la sección aérea o celestial del reino tenebroso de Satanás. Como príncipe de este mundo (Jn. 12:31) y príncipe de la autoridad del aire (Ef. 2:2), Satanás tiene su propia autoridad (Hch. 26:18) y sus propios ángeles (Mt. 25:41), quienes, como subordinados suyos, son los principados, las potestades y los gobernadores del mundo de estas tinieblas (Ef. 6:12). Por tanto, él tiene su reino (Mt. 12:26), la autoridad de las tinieblas (Col. 1:13). Los cananeos tipifican a los ángeles caídos, los ángeles rebeldes seguidores de Satanás (Ap. 12:4, 7), quienes han llegado a convertirse en las potestades, los gobernadores y las autoridades del reino de Satanás (cfr. Dn. 10:13, 20). El combate que los hijos de Israel libraron contra los cananeos a fin de tomar posesión de la buena tierra y disfrutar de ella tipifica la guerra espiritual que la iglesia como colectividad, con todos sus miembros, libra contra las “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12) para conseguir que los santos disfruten a Cristo como la tierra todo-inclusiva. La iglesia tiene que ser tal guerrero corporativo, el cual combate contra las fuerzas aéreas de Satanás en procura de que el pueblo de Dios gane más de Cristo con miras a la edificación del Cuerpo de Cristo, con lo cual logra el establecimiento y la propagación del reino de Dios a fin de que Cristo pueda regresar a heredar la tierra.