El diezmo del pueblo era dado a los levitas (vs. 21, 26a), y el diezmo del diezmo (v. 26b), dado por los levitas, era dado a Aarón el sacerdote para que fuese ofrecido a Dios como ofrenda elevada. Esto se convertía en el alimento de Dios, de lo cual una porción también servía de alimento para los sacerdotes. Por tanto, los levitas vivían del diezmo del pueblo, mientras que Dios y los sacerdotes vivían del diezmo de los levitas.
Dios y Su pueblo, que incluye a los servidores, eran una gran familia. En esta familia Dios el Padre, por ser la fuente, dio la buena tierra a Sus hijos, quienes debían cultivarla. Después, ellos cosechaban los productos de la tierra, los cuales Dios y todo el pueblo disfrutarían. Ellos debían entregar una porción de tales productos a los servidores, quienes, a su vez, debían ofrendar a Dios una porción de lo recibido. Así, Dios y Sus servidores compartían los diezmos y vivían juntos. La buena tierra tipifica al Cristo todo-inclusivo (véase la nota Dt. 8:71). Dios se alimenta de las riquezas de Cristo, tipificadas por el producto de la buena tierra, y dicho producto proviene de nuestra labor. Tenemos que laborar cultivando a Cristo y experimentándole; luego, Cristo será el producto no sólo para nuestra satisfacción, sino también para la satisfacción de Dios.