O, los lugares altos de Baal. Éstos eran los lugares en los que la gente adoraba al ídolo de Baal.

O, los lugares altos de Baal. Éstos eran los lugares en los que la gente adoraba al ídolo de Baal.
Aquí el Ángel de Jehová es Jehová mismo (véase la nota Éx. 3:21b), quien intervino para lidiar directamente con este profeta codicioso (2 P. 2:15).
Debido a que éste era el deseo de Balaam, Dios le permitió ir con los príncipes de Moab. Ir con ellos correspondía con la voluntad de Balaam, no con la de Dios (cfr. v. 22).
Véase la nota Gn. 12:31.
Al preguntar a Dios si debía acompañar a los mensajeros, Balaam se engañaba a sí mismo. Si al buscar la voluntad del Señor lo hacemos inclinados a llevar a cabo nuestros propios deseos, es probable que nos engañemos a nosotros mismos, al igual que Balaam se engañó a sí mismo. Debemos buscar la voluntad del Señor sin tener otro deseo que el de conocer Su voluntad y hacerla.
Es decir, el Éufrates.
Balaam era un profeta gentil de Dios (véase la nota 2 P. 2:153b). Después que Israel derrotó a los tres reyes al este del Jordán (Neh. 21:1-3, 21-35), Satanás cambió su modo de combatir contra Israel y optó por una manera religiosa de proceder.
Moab era un hijo nacido del incesto de Lot con una de sus hijas (Gn. 19:30-38). Por tanto, Moab representa el fruto de la concupiscencia de la carne. Madián era muy cercano a los hijos de Ismael, quien —en contraste con Isaac que representa lo nacido del Espíritu (cfr. Gá. 4:22-23, 28-29)— representa la carne. Por ende, Madián también representa la carne.