Esta plaga purificó al pueblo de Dios, pues ellos fueron pasados por una criba que los depuró de la mixtura prevaleciente entre ellos (cfr. Nm. 11:4). Ya que la historia de Israel es un tipo completo de la iglesia (1 Co. 9:24-27; 10:1-11), la mixtura entre los hijos de Israel tipifica la mixtura que hay en la iglesia (cfr. Hch. 4:32-37; 5:1-11; 1 Ti. 1:20; 2 Ti. 2:17-21; 4:10, 14-15). Dios se vale de los fracasos y disturbios que se suscitan entre los Suyos para purificarlos de toda mixtura. Dios también usa las frustraciones sufridas por Sus escogidos y redimidos para humillarlos y ponerlos a prueba mientras prosiguen en su jornada con Él (Dt. 8:2). El castigo descrito en este capítulo fue la última purificación de los hijos de Israel antes que entrasen en la buena tierra.