Según se describe en este capítulo, el pueblo de Dios fue contado nuevamente; esto ocurrió inmediatamente después de la purificación efectuada por la plaga sobre los fornicarios e idólatras (Nm. 25:9). El pueblo fue contado por primera vez en el desierto de Sinaí (Nm. 1:1-2) y fue contado nuevamente en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó (vs. 3, 63), esto es, a la entrada de la buena tierra. El primer conteo tenía como finalidad la formación del ejército (Nm. 1:3); el segundo conteo tenía como finalidad heredar la tierra, lo cual representa el disfrute de Cristo, que se obtiene al combatir (v. 53).