Aquí está implícito Cristo en Su unión con Israel como el Hijo de Dios, quien es amado por Dios y fue llamado por Dios a salir de Egipto (Mt. 2:13-15). Esto indica que aunque Israel se tornó extremadamente malvado, Cristo aún se hizo orgánicamente uno con Israel por medio de la encarnación llegando a ser un verdadero israelita. Cristo se unió a Israel en cuanto a ser un hijo de Dios.
En este versículo está implícito Cristo como Hijo de Dios. Esto también implica que todos los que constituyen el pueblo escogido de Dios son hechos hijos de Dios en virtud de su unión orgánica con Cristo (cfr. Ro. 11:17 y las notas; Gá. 3:26 y la nota 2). Esto es posible debido a que Cristo es el Hijo de Dios en dos aspectos: el aspecto de ser el Hijo unigénito de Dios y el aspecto de ser el Hijo primogénito de Dios. En la eternidad, Cristo siempre fue el Hijo unigénito de Dios (Jn. 3:16; 1 Jn. 4:9), poseedor solamente de divinidad sin humanidad; como tal, Él era único. Sin embargo, un día, Cristo se encarnó para ser un hombre, con lo cual tomó la naturaleza humana y se unió con la humanidad (Jn. 1:14). Después de morir una muerte vicaria y todo-inclusiva en la cruz, Él entró en resurrección. En la resurrección y por medio de ella, Él fue engendrado de Dios en Su humanidad para ser el Hijo primogénito de Dios, poseedor tanto de divinidad como de humanidad (Hch. 13:33 y la nota; Ro. 1:3-4 y las notas). Por tanto, además de que Él era el único Hijo unigénito de Dios desde la eternidad, Cristo, después de Su encarnación y mediante Su resurrección, ha llegado a ser el Hijo de Dios en otro sentido, en el sentido de ser el Hijo primogénito de Dios (He. 1:5-6). Más aún, en la resurrección de Cristo todos Sus creyentes fueron engendrados de Dios, regenerados (1 P. 1:3), para ser los muchos hijos de Dios (He. 2:10), los muchos hermanos de Cristo (Ro. 8:29), quienes son miembros de Cristo a fin de ser los constituyentes de Su Cuerpo orgánico. Todo esto se halla implícito en este versículo.