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Capítulos de libros «Oseas»
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Mis lecturas
  • Los últimos cuatro capítulos de este libro tratan sobre el amor inalterable de Jehová en contraste con la obstinada infidelidad de Israel. Israel es presentado como la esposa de Jehová en todo este libro (Os. 2:7, 19). Pero cuando se habla del amor imperecedero e inalterable de Dios, Israel es llamado hijo de Dios (Éx. 4:22-23), lo cual indica que a los ojos de Dios, Israel tiene la vida del Padre (cfr. Os. 1:10 y la nota 3). El amor imperecedero de Dios no es un amor en afecto, como el amor de un marido hacia su esposa, sino un amor en vida, como el amor de un padre por su hijo. Por un lado, Dios nos ama como Su esposa, y el Señor Jesús es nuestro Marido (Jn. 3:29; 2 Co. 11:2); por otro, Dios es nuestro Padre, y nosotros somos hijos del Padre (Gá. 3:26; 4:6).

    Aunque Dios es amoroso, Él también es un Dios de pureza y justicia. Él no puede tolerar ninguna clase de impureza o injusticia. Dondequiera que estas cosas son halladas entre el pueblo de Dios, Él interviene a fin de disciplinarlos; no obstante, aun cuando el pueblo de Dios es disciplinado por Él, ellos continúan siendo amados por Él (cfr. He. 12:6; Ap. 3:19). El amor imperecedero de Dios (Jer. 31:3) es siempre victorioso. A la postre, pese a nuestros fracasos y errores, el amor de Dios logrará la victoria (cfr. Ro. 8:35-39).

  • Aquí está implícito Cristo en Su unión con Israel como el Hijo de Dios, quien es amado por Dios y fue llamado por Dios a salir de Egipto (Mt. 2:13-15). Esto indica que aunque Israel se tornó extremadamente malvado, Cristo aún se hizo orgánicamente uno con Israel por medio de la encarnación llegando a ser un verdadero israelita. Cristo se unió a Israel en cuanto a ser un hijo de Dios.

    En este versículo está implícito Cristo como Hijo de Dios. Esto también implica que todos los que constituyen el pueblo escogido de Dios son hechos hijos de Dios en virtud de su unión orgánica con Cristo (cfr. Ro. 11:17 y las notas; Gá. 3:26 y la nota 2). Esto es posible debido a que Cristo es el Hijo de Dios en dos aspectos: el aspecto de ser el Hijo unigénito de Dios y el aspecto de ser el Hijo primogénito de Dios. En la eternidad, Cristo siempre fue el Hijo unigénito de Dios (Jn. 3:16; 1 Jn. 4:9), poseedor solamente de divinidad sin humanidad; como tal, Él era único. Sin embargo, un día, Cristo se encarnó para ser un hombre, con lo cual tomó la naturaleza humana y se unió con la humanidad (Jn. 1:14). Después de morir una muerte vicaria y todo-inclusiva en la cruz, Él entró en resurrección. En la resurrección y por medio de ella, Él fue engendrado de Dios en Su humanidad para ser el Hijo primogénito de Dios, poseedor tanto de divinidad como de humanidad (Hch. 13:33 y la nota; Ro. 1:3-4 y las notas). Por tanto, además de que Él era el único Hijo unigénito de Dios desde la eternidad, Cristo, después de Su encarnación y mediante Su resurrección, ha llegado a ser el Hijo de Dios en otro sentido, en el sentido de ser el Hijo primogénito de Dios (He. 1:5-6). Más aún, en la resurrección de Cristo todos Sus creyentes fueron engendrados de Dios, regenerados (1 P. 1:3), para ser los muchos hijos de Dios (He. 2:10), los muchos hermanos de Cristo (Ro. 8:29), quienes son miembros de Cristo a fin de ser los constituyentes de Su Cuerpo orgánico. Todo esto se halla implícito en este versículo.

  • Los profetas. Dios envió a los profetas para que llamasen a Israel una y otra vez, pero cuanto más los profetas los llamaban, más ellos se alejaban de los profetas. Desde el tiempo en que Tito destruyó Jerusalén y el templo en el año 70 d. C. hasta la fecha, Dios no ha levantado más profetas entre los judíos. Según lo dicho por el Señor en Mt. 21:43, el reino de Dios fue tomado de los judíos y dado a la iglesia. En la iglesia todo creyente regenerado es un sacerdote (1 P. 2:5, 9; Ap. 1:6), y todo creyente debe esforzarse por profetizar (1 Co. 14:1, 31, 39; cfr. Nm. 11:29).

  • La expresión con cuerdas de hombre los atraje, con lazos de amor indica que Dios nos ama con Su amor divino no en el nivel correspondiente a la divinidad, sino en el nivel correspondiente a la humanidad. El amor de Dios es divino, pero llega hasta nosotros mediante cuerdas de hombre, esto es, mediante la humanidad de Cristo. Las cuerdas mediante las cuales Dios nos atrae incluyen la encarnación de Cristo, Su vivir humano, Su crucifixión, Su resurrección y Su ascensión. Es por medio de todos estos pasos dados por Cristo en Su humanidad que el amor de Dios manifestado en Su salvación llega hasta nosotros (Ro. 5:8; 1 Jn. 4:9-10). Aparte de Cristo, el amor imperecedero de Dios, Su amor inalterable que nos constriñe, no podría ser prevaleciente con respecto a nosotros. El amor inalterable de Dios es prevaleciente debido a que es un amor en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo.

  • Este yugo era el yugo de Faraón en Egipto, y lo que se les dio a comer fue el maná, que tipifica a Cristo como nuestra comida celestial (Jn. 6:31-35), en el desierto. Faraón había puesto un yugo pesado sobre Israel, pero Dios quitó ese yugo y tiernamente hizo comer a Su pueblo al introducirlos en el desierto, donde Dios los alimentó con maná de manera tierna mañana tras mañana (Éx. 16:14-18).

  • Adma y Zeboim fueron destruidos juntamente con Sodoma y Gomorra (Dt. 29:23). Israel se había vuelto más malvado que Sodoma y Gomorra. Sin embargo, debido a Su amor imperecedero, Dios no destruiría a Israel (v. 9).

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