La Septuaginta traduce: el fruto de nuestros labios (cfr. He. 13:15).
La Septuaginta traduce: el fruto de nuestros labios (cfr. He. 13:15).
Los vs. 4-8 muestran a Israel en la restauración (Mt. 19:28), según es revelado en Os. 2:15-23; 3:5; 6:1-3 y Os. 10:12. La transformación de Israel según es descrita en los vs. 4-7 está basada en el factor del amor en vida (véase la nota Os. 11:11). El amor en afecto no transforma, pero el amor en vida transforma a las personas mediante el crecimiento en vida. Nuestra relación con Dios es propia de la vida de Dios, eterna y divina (1 Jn. 5:11). Esta vida nos vivifica, nos regenera, nos santifica tanto en posición como en nuestra manera de ser, nos renueva, nos transforma, nos conforma, nos hace madurar y nos glorifica, con lo cual nos hace iguales a Dios en vida, naturaleza, apariencia y gloria. Al principio de este libro Israel era una ramera, pero al final del mismo, Israel se ha convertido en un hijo (Os. 11:1). Por tanto, el resultado de este libro es la transformación en vida por el amor de Dios (cfr. Ro. 8:28-39; He. 12:5-10).
Representa una vida pura que pone su confianza en Dios (Mt. 6:28).
Representa permanecer de pie afirmados en la humanidad que ha sido elevada (cfr. Cnt. 3:9).
Representa florecer y propagarse.
Representa la gloria manifestada en dar fruto.
Representa el grato olor de una vida en la humanidad que ha sido elevada.
Representa estar bajo la cubierta de la gracia abundante que es disfrutada por ellos (2 Co. 12:9).
Representa estar llenos de vida para producir alimento que satisface.
Representa florecer para producir bebida que alegra.
Representa que su buen nombre se propagará como vino de buen gusto.
Simboliza el hecho de que Dios es viviente y siempre lozano.
Que Efraín llevase fruto procedente de Jehová indica la unidad de Israel con Jehová. Esto es más que una unión orgánica; es la unidad de dos en una misma vida, una misma naturaleza y un solo vivir.