El espléndido reino de Salomón, con su prosperidad bajo las ricas bendiciones de Dios (1 R. 4:20-34; 5:1-18 caps. 9—10), tipifica el reino de Cristo en el milenio. Durante el milenio todas las naciones acudirán a Cristo (Zac. 14:16).

El espléndido reino de Salomón, con su prosperidad bajo las ricas bendiciones de Dios (1 R. 4:20-34; 5:1-18 caps. 9—10), tipifica el reino de Cristo en el milenio. Durante el milenio todas las naciones acudirán a Cristo (Zac. 14:16).
1 Cr. 15:19; Sal. 89 título
La sabiduría de Salomón estaba circunscrita únicamente al ámbito físico y carecía de todo elemento espiritual. Su sabiduría difería por completo de la sabiduría de Pablo, que es la sabiduría espiritual con respecto a que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones (Ef. 3:17), a que andemos y tengamos todo nuestro ser conforme al espíritu (Ro. 8:4), y a los dos espíritus: el Espíritu divino y el espíritu humano (Ro. 8:16). La sabiduría de Salomón era sombra de la verdadera sabiduría que vendría. La verdadera sabiduría es Dios, y Dios está corporificado en Cristo (Col. 2:9), quien nos fue hecho sabiduría y, como tal, está en nosotros (1 Co. 1:24, 30) y nos hace uno con Dios e iguales a Dios en vida y naturaleza, mas no en la Deidad. ¡Qué sabiduría es ésta!
Equivalente a un homer, o diez efas, aproximadamente cinco fanegas.
Es decir, el Éufrates. Así también en el v. 24. Los dominios de Salomón se extendían desde el gran río Éufrates hasta la tierra de los filisteos (a orillas del Mediterráneo) y la frontera con Egipto (2 Cr. 9:26), lo cual daba cumplimiento a la promesa que Dios hizo a Israel, Su pueblo elegido (Gn. 15:18; Éx. 23:31; Dt. 11:24). El cumplimiento final de esta promesa ocurrirá en el milenio, en la restauración de Israel, después de la segunda venida de Cristo (véase la nota Gn. 15:181).
O, en Alot.